El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha defendido este domingo que "toda persona es un sagrario vivo e inviolable, un portador de Cristo, que se identifica singularmente con los pobres" y ha hecho un llamamiento a estar "atentos a las carencias y necesidades de los hombres", pero también a "no estar ajenos al desamparo fundamental en nuestro tiempo: la carencia e indigencia de Dios" y "el vivir en la periferia de su ausencia".
En su homilía de la Missa d'Infants en honor a la Virgen de los Desamparados, patrona de Valencia, que ha presidido en la Plaza de la Virgen ha asegurado que "mirando y oyendo a Dios, tocándole con nuestras manos en su carne tangible de los pobres, enfermos, sufridos y marginados, con los que se identifica, podremos hallar la única esperanza que pueda dar plenitud de sentido a la vida".
Entre las autoridades presentes se encontraban el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, acompañado de varios consellers; el presidente de las Corts, Alejandro Font de Mora; la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, con concejales del Ayuntamiento, y el delegado del Gobierno en la Comunitat, Serafín Castellano.
Cañizares ha instado a "ser conscientes de que toda persona es un sagrario vivo e inviolable, un portador de Cristo, que se identifica singularmente con los pobres, los que padecen hambre o sed, los que no tienen techo bajo el que vivir, los desahuciados, los que carecen de vestido, están enfermos, son extranjeros o inmigrantes, están privados de libertad, viven en las esclavitudes antiguas o nuevas, están amenazados en sus vidas o son privados de ella vilmente con la persecución o el exilio, mueren perseguidos por su fe o en las pateras que surcan el mar buscando una situación mejor para sí mismos o sus familias".
De igual modo, ha advertido en su homilía de que "no podemos estar ajenos a una carencia, pobreza o desamparo fundamental en nuestro tiempo: la carencia e indigencia de Dios, el despojamiento de humanidad y de verdad que padece el hombre de hoy, la quiebra moral que denuncia ese despojamiento y desamparo, la pérdida de esperanza, que están en la base y es origen y resultado de ese olvido de Dios, el vivir en la periferia de su ausencia".
A su juicio, "la única medicina para el desconcierto, el desasosiego, el desánimo o el desencanto que muchas veces paraliza, hiere y llena de miseria al corazón humano es Jesucristo" y ha concluido invitando al pueblo valenciano, "en estas horas cruciales", a buscar "el aliento, la fortaleza, y el ánimo, que solo Dios, en Jesucristo, del que es inseparable su madre, puede dar, y da".
Con el purpurado han concelebrado once arzobispos y obispos todos ellos valencianos: monseñor Esteban Escudero, nuevo obispo auxiliar de Valencia; el titular de la archidiócesis de Mérida-Badajoz, monseñor Santiago García Aracil; los obispos de Segorbe-Castellón, monseñor Casimiro López; Orihuela-Alicante, monseñor Jesús Murgui; Menorca, monseñor Salvador Giménez; Ibiza, monseñor Vicente Juan; Tortosa, monseñor Enrique Benavent; Lleida, monseñor Juan Piris; Mallorca, monseñor Javier Salinas; Málaga, monseñor Jesús Catalá y el obispo emérito de Mondoñedo-Ferrol, monseñor José Gea.
Precisamente Antonio Cañizares ha comenzado su homilía dirigiéndose a los fieles en valenciano, saludando a los arzobispos y obispos que concelebraban con él, entre ellos, el recientemente nombrado por el papa Francisco obispo auxiliar de Valencia, monseñor Esteban Escudero Torres, que "tan ejemplarmente sirvió once años a la diócesis de Valencia" y cuyo nombramiento hecho público el pasado jueves en la visperas de la fiesta "no es una coincidencia casual", sino que "alguna cosa nos está indicando Dios con ella; en todo caso, no camina lejos la Virgen de los Desamparados de este acontecimiento tan gozoso y beneficioso para nuestra diócesis".
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