Los formatos de la plantilla (stencil) y las pegatinas (sticker) se adhieren a la fachadas, al mobiliario urbano, a las señales de tráfico... Es una revolución que se conoce como new street art o post graffiti. Son los nuevos aires del arte callejero, con los que se le «falta el respeto» al muro, ironiza el joven diseñador gráfico, Inocuo.

 

Ahora la mejor firma es enganchar en la pared tu propia weblog. En la Red, los artistas cuelgan sus dibujos, conscientes de que el arte es efímero cuando está a pie de calle. Es una práctica que, cuando se hace de corazón, huye con pavor de la palabra vandalismo. Es más, la cultura popular ha aceptado la estética del graffiti y «lo que antes era una tribu, ahora es un movimiento global», apunta Zösen.

 

 

Zösen y Pez son dos grandes de la escena graffitera barcelonesa. Y El Tono y su novia Nuria, lo mismo en Madrid. Y a nivel mundial, porque una máxima del escritor es invadir el mundo con su trabajo. La evolución los ha llevado a plasmar sus dibujos en camisetas, bolsos, gorras... La customización de productos de edición limitada es una salida a su creatividad.

 

 

Nacieron como una forma más con la que bombardear la urbe. Existe una invasión de pegatinas por equipos a nivel europeo (stickfighter). El colectivo Gamebombing ha colocado más de 10.000 por el mundo con mini Gameboys dibujadas. E Invader pasea sus aliens en forma de cubos de Rubik (www.space-invaders. com). Otro movimiento sticker (The Face) usa logos.

 

 

Otra variedad del ‘street art’ la domina el grupo alemán Yellow Arrow (flecha amarilla) que juega a señalar con flechas todo lo que ven a su paso. Hay artistas en activo especializados
en dibujar siguiendo las formas de aceras y baldosas, y en añadir vivos colores a los chicles pegados en el suelo. No es broma.

 

 

Siempre ha habido chicas escribiendo, dice el diseñador Inocuo, «pero no muchas». La francesa Miss Van, la barcelonesa Musa y la madrileña Nuria están entre las artistas más punteras y presentes en las paredes.

 

 

Los ‘plantilleros’  invaden los espacios públicos con sus mensajes. En Chile existe una brigada que usa el stencil como «antipublicidad». El grupo coge un símbolo o marca reconocido y lo transforma.