Sue Grafton: "No quiero exorcizar mis fantasmas: ellos son mi fuente de inspiración"

  • "Me aterroriza la violencia, por eso escribir sobre ella es como domesticarla", dice la autora de novela negra, con 'W' de 'Whisky' recién traducida al español.
  • "Ser hija de padres alcohólicos me acerca a la miseria", confiesa.
  • "Los mejores escritores de ficción son los políticos: cuentan buenas mentiras".

Hace más de treinta años, cuando Sue Grafton (1940, Kentucky) publicó la primera obra del Alfabeto del Crimen, A de Adulterio, la gente la miraba con escepticismo y decían, según ella misma cuenta a 20 Minutos, "pero qué se ha creído esta mujer". Hoy tiene 74 años y ha venido a España con la W de Wihsky (Tusuquets), así que, sí, ha cumplido. Y sobre todo: ha triunfado, su detective Kinsey Milhone habla 28 idiomas (traducciones que acumula la saga) y ha convertido a la que entonces era una joven optimista que no sabía muy bien dónde se metía en una de las más populares autoras de novela negra.

Esta última entrega continúa ambientada en los 80, Kinsey ha cumplido 38 años ("no volvería a esa edad jamás", confiesa Grafton), y el título original es Wasted, que significa: consumido por el alcohol y las drogas, desperdiciado. No parece que le importe mucho que las traducciones varíen su idea original.

Madre, abuela y bisabuela, está tranquila y feliz, pero reconoce que lo de 'wasted' sabe bien qué es, porque ella misma lo ha vivido en carne propia. De hecho para salir del tormento en el que vivía tras su divorcio empezó el Alfabeto del Crimen: una terapia que la ha llevado a lo más alto del género, pero que cuando empezaba era sin duda un auténtico reto casi imposible.

¿Imaginó cuando en 1982 publicó su primera obra del Alfabeto del Crimen que llegaría a la W y con este éxito?

No, no tenía ni la más remota idea de que podría escribir la segunda. Ni siquiera pensé que me publicarían la primera.

¿Qué pasó cuando le dijeron que 'sí'?

Que seguían dudando. Y cuando iba por la mitad del abecedario no creían que pudiera acabarlo. Ahora están preocupados.

¿Usted llegó a preocuparse alguna vez por si no podía llevarlo a término?

Entonces era muy joven y optimista. En aquel momento no calibré lo que hacía. Ahora mi preocupación fundamental es no escribir el mismo libro dos veces.

¿Un error demasiado habitual en los escritores?

Sí. Me gusta el reto de no repetirme, y cada vez es más difícil. Tengo todo apuntado, tramas, personajes, sexo de la víctima... Todo, porque hay cosas que se me olvidan. Y el final.

Así que como decía Wilde ¿cree usted que es indispensable tener claro el final antes de empezar?

Sí, pero cuando escribí ésta no tenía ni la más remota idea de cómo acabaría. Así que he roto esa regla. Y en otros también lo hice...

Igual tenía un final en mente y la propia historia la llevó hacia otro...

Sí, así fue. Es el mejor momento. Cuando el libro cobra vida propia y hay una voz interior que me va dictando lo que escribo es lo mejor. Lo peor es cuando eso no pasa y entonces tengo ganas de colgarme, es horrible. A veces leo algunos de mis libros y me parecen fáciles, pero cuando los estoy escribiendo nunca me lo parecen.

¿Corrige mucho?

No, porque corrijo constantemente mientras escribo. Soy muy meticulosa, cada frase la reviso una y otra vez, de modo que cuando llego al final es todo muy limpio.

Trabajo, meticulosidad, respeto al género, ¿hay algo de ese 'Wasted' original que da título a la obra en usted? ¿Y le parece que todos tenemos algo de ello?

Sí, todo tenemos algo desperdiciado y consumido. Ahora soy una señora de edad, consolidada..., pero durante una parte de mi juventud yo fui alguien consumido y desperdiciado. Ahora llevo casada 35 años, tengo buena salud, familia y un chef particular.

¿Está usted reñida con la cocina? ¿O es que mientras lo hacía pensaba que mejor dedicar ese tiempo a escribir?

Durante años he cocinado con mi marido, pero ahora tengo a alguien profesional. Mientras lo hacía pensaba: debería estar escribiendo. Y mi chef es lo que todo el mundo envidia de mí.

¿Por eso?

No, sólo por eso no.

Hablando de envidia, ¿le parece envidiable el momento que vive la novela negra?, ¿y a qué lo achaca?

Nosotros mismos nos hemos convertido en tipos violentos y el sistema de justicia no asegura el castigo de los criminales. En una novela negra siempre hay justicia y eso es lo que gusta. Pero es un género muy difícil, demasiados autores no aprecian su complejidad. Siempre aconsejo no empezar con una novela negra.

¿Cuántas escribió antes de 'A' de Adulterio?

Siete. Se publicaron dos. Pero intenté que las publicaran todas. Lo que pasa es que me desanimaba pronto. Con esas novelas aprendí a escribir. Y sigo aprendiendo. A veces, aunque sea poco modesto decirlo, leo alguna de mis novelas y pienso: qué buena.  Siempre pienso nunca volveré a hacer algo tan bueno, y me intimido a mí misma.

¿Cambiaría alguna de sus novelas?

Ni una letra ni una trama ni un personaje. Aunque he tenido cartas de lectores que me piden epílogo para la novela P.

¿Y se lo ha explicado?

Sí, aunque me parecía que el final estaba claro... A veces hay que tener mucha paciencia.

Bueno, a usted no le faltará, porque para el género hace falta mucha para dosificar la información...

Sí, y no sólo eso. En la novela negra autor y lector son contrarios: yo soy como una maga, hago un truco y el truco es que no veas cómo me saco la carta de la manga.

Donde no ha hecho truco ni trampa ha sido con su vida, ¿en qué momento sintió que podía contarla?

Cuando pensé que la gente me miraría y diría: qué suerte, qué vida tan perfecta. Había llegado el momento de quitarse la máscara. Mis padres eran alcohólicos lo que me permite conectar con la miseria. Ser sincera me facilita la vida, no tengo que fingir. Mi fuente de inspiración viene de la sombra, que es una parte de mí.

¿Cuántas sombras y fantasmas ha liberado escribiendo?

No exorcizo los fantasmas escribiendo novela negra, quiero hacer las paces con ellos, porque la energía creativa está en ellos, en la sombra. Cuando te bloqueas en realidad es un mensaje de la sombra: te dice que algo no estás haciéndolo bien.

Es parte de su sombra y ha hablado y escrito sobre ellos, sus padres, ¿qué aprendió de ellos?

Mi padre era un abogado al que le encantaba la novela negra y publicó tres sin éxito. Por eso trabajó como abogado. Yo estoy compensando aquello.

No vio siquiera su primera novela publicada, ¿qué cree que pensaría, sentiría, diría si la viera ahora?

Estaría muy contento salvo cuando uso un lenguaje vulgar.

Lo que a usted no le hace en absoluto feliz es eso de que sus novelas puedan llevarse al cine...

Se lo he prohibido a mis hijos y se lo he hecho jurar con sangre. Y mis hijos saben que me levantaré de la tumba si lo hacen.

¿Y si alguien en el futuro revive a su detective en una novela?

Esperaría que lo asesinasen.

¿No hay actriz ni viva ni muerta que pueda interpretar a su detective?

No.

¿Usted lo haría?

Yo sí, si fuera más joven, más valiente y fuera actriz.

¿Le habría gustado?

No, ser actriz no.

¿Y ser detective?

Sí, me encantaría. Eso de poder meterme en todo...

¿No le asustaría la violencia?

Me aterroriza la violencia, por eso escribir sobre ella es como domesticarla. Mi detective puede llegar a ser violenta pero para defenderse. Yo también he dado clases de autodefensa y sé disparar.

¿Le digo dos letras y dos palabras y usted me responde en vez de una novela como hace usted, ¿un telegrama? C de Crisis y P de Políticos.

La crisis para mí es el bloqueo del escritor. Ignoro el mundo de alrededor. Y los políticos son los más grandes escritores de ficción: cuentan buenas historias que nunca son verdad.

¿Acaba uno acostumbrándose a la perversidad después de escribir tanto sobre ella?

No, me he convertido en alguien más sensible a la maldad. Es imposible acostumbrarse a eso.

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