Se recomienda que tenga buena ventilación, amplitud de espacio para moverse y control visual del mismo –por lo que no conviene que haya muebles en medio–. El mejor emplazamiento para la cocina es el oeste, y se debe procurar que no se vea desde la puerta principal. Si se ve, deja la puerta cerrada para evitar problemas psicológicos.
Si se puede elegir, no se debería emplazar en el centro de la vivienda. La puerta de la cocina no ha de estar enfrente de baños, dormitorios ni escaleras, y los fogones no deben estar en habitaciones contiguas a los inodoros.
En continuo equilibrio
La cocina es un espacio en el que se combinan dos elementos básicos: el agua y el fuego, que hay que conseguir equilibrar para que tengan efectos positivos para los habitantes de la casa. El horno y los fogones nunca deberían estar enfrente de la nevera o el fregadero, ni tampoco contiguos. Es conveniente colocar un mueble intermedio que haga de armonizador entre la zona de fuego y la de agua.
Los fogones no han de estar bajo una ventana, caldera ni calentador, ni tampoco en un rincón, porque todas estas cosas implican vulnerabilidad ante la energía negativa. Debemos cuidar especialmente su limpieza.
El frigorífico tiene que estar siempre bien surtido de alimentos, ya que sustituye a la urna de arroz que tradicionalmente colocaban los chinos en la cocina para asegurarse que no les faltara qué comer. En contra de la costumbre, no son armónicas las ristras de cebollas o ajos. Tampoco deben colgarse los cazos ni las sartenes.
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