Julio Bocca: "La esperanza nunca muere: algún día habrá algún político al que le guste la danza"

  • El bailarín y director trae a España 'El Mesías', interpretado por el Ballet Nacional del Sodre de Uruguay.
  • "Es lamentable que con todos los talentos que tienen en España, no haya un teatro para la danza", cuenta Bocca.
  • "Justo cuando logras la técnica, el cuerpo deja de responder y tienes que dejarlo".

El exbailarín argentino, que hace siete años que guardó en el armario las zapatillas con las que conquistó al mundo, viene a Madrid con el Ballet Nacional Sodre de Uruguay que dirige. Los días 6, 7 y 8 de noviembre pasa Julio Bocca (1967) por los Teatros del Canal con El Mesías de Haendel. Lleno de energía e ilusión, y superado ya el dolor de haber colgado las zapatillas, afronta su vida como director con igual entusiasmo que bailaba. Y no es poco, porque Bocca fue una de las primeras figuras de la danza.

Cuando empezó a dirigir el Ballet de Uruguay el 'asunto' no estaba en las mejores condiciones, ¿cómo estaba y cómo está?

Nos queda mucho por hacer. Hemos pasado de las 15 personas que había en el público cuando cogí la compañía a llenar. Se ha generado un público un nuevo. Hacemos giras y estamos encantados con la que estamos haciendo en España, está siendo maravillosa.

Sí, pero no es este país precisamente el que mejor trata a sus bailarines...

Ya, pero a los extranjeros sí nos trata bien (sonríe).

Ni siquiera hay un teatro sólo para la danza, ¿no le sorprende?

En los 27 años que tengo de carrera siempre fue así. Es una lástima que con todos los talentos, maestros y coreógrafos que tienen y los teatros como el Real no haya uno para la danza. Me llamó mucho la atención. Dicen que es por el desinterés del público...

Eso se lo dirán los políticos, ¿no?

Bueno, al menos tienen a Ullate y su escuela.

Que forma bailarines que tienen que irse fuera, ¿no es un poco desesperanzador?

La esperanza nunca muere. Algún día habrá algún político al que le guste la danza y la cultura.

Volviendo al público, que le dicen que el español no tiene mucho interés en la danza, ¿cómo lo percibe usted?

Es muy entregado y respetuoso. Siempre responde a lo que el artista le da. Es un público acostumbrado a ver cosas buenas.

¿Y qué entra dentro de eses 'cosas buenas'?

Ver artistas que se involucran e interpretan no sólo musicalmente sino interiormente.

No siempre el mejor es el que más técnica tiene...

No, hay que tener mucha técnica, pero hay que ponerle corazón. Hay que subir y decir: acá estoy transmitiendo. Yo bailaba para mí mismo, no para el público.

¿Cuánto le cuesta defender la danza como la defiende?

La danza siempre ha sido complicada y difícil, hay poca gente que produzca, que te apoye. Y un bailarín tiene una vida dura, ocho horas mínimo de entrenamiento diario. Es un desgaste físico y mental muy grande. Y cuando ya has logrado la técnica que querías, el cuerpo no te responde y tienes que dejarlo.

Muy duro...

Durísimo, pero yo ahora me lo tomo como que estoy en otra etapa.

Usted dijo que a los 40 se retiraba y cumplió, ¿dónde está la frontera?

La frontera está en si uno quiere seguir bailando. Yo quería verme bien hasta el último día.

¿Y el error que no debería cometer nunca un bailarín dónde está?

En no amar lo que estás haciendo. Y eso es aplicable a todo en realidad.

Supongo que hay cosas que se le quedaron grabadas cuando bailaba y que se prometió no hacer nunca si dirigía, ¿cómo es ahora el 'cuento'?

Pues que uno va cambiando y entiende cosas que antes no entendía. Una de las metas que tengo es entender cómo es la juventud de ahora. Antes el director era el que mandaba en todo y marcaba todo, y ahora aprendí que eso ya no se puede hacer así. Así que toca abrir un poco la cabeza.

¿Estructura circular?

Sí, claro, pero me cuesta, porque es nuevo para mí, no es algo a lo que estuviera acostumbrado.

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