Alemania inaugura en Berlín su primer monumento a las víctimas del Holocausto

La obra consta de 2.700 bloques de hormigón, ha costado más de 27 millones de euros y está situada cerca del lugar donde se encontraba el búnker de Hitler
Un trabajador pasa ante el monumento (Reuters)
Un trabajador pasa ante el monumento (Reuters)
Reuters
Un trabajador pasa ante el monumento (Reuters)

El monumento a las víctimas del Holocausto se inaugura hoy en pleno centro de Berlín tras dos años de construcción y diecisiete de debate y controversias en torno a la idea del arquitecto estadounidense Peter Eisenman.

Son 2.711 bloques de hormigón situados en lo que hasta hace muy poco era un descampado de 19.073 metros cuadrados entre la Puerta de Brandeburgo y la Potsdamerplatz, muy cerca de donde estuvo la Cancillería del Tercer Reich y el búnker en el que Adolf Hitler se suicidó.

El lugar formó parte después de la frontera de la extinta República Democrática de Alemania (RDA) y, por tanto, de la "línea de la muerte" para quienes intentaban cruzarla de este a oeste.

El recinto alberga ahora en su subsuelo, bajo unos bloques de hormigón que pesan una media de ocho toneladas cada uno, un "centro de información" en el que se documenta la persecución de los judíos por el régimen nazi a través de destinos individuales de víctimas del Holocausto.

El monumento, que se podrá visitar a partir del próximo jueves, ha costado 27,6 millones de euros del presupuesto federal.

Desde que la periodista Lea Rosh expusiera su idea en 1988, se han sucedido debates sobre la oportunidad del proyecto, su financiación, el aspecto que tendría y la conveniencia de dedicarlo a las víctimas del Holocausto y no a los eslavos, comunistas, homosexuales, gitanos y demás grupos de perseguidos por el nazismo.

Los visitantes podrán tocar los bloques, sentarse sobre ellos, comerse un bocadillo encima, lo que quieran, pues Eisenman no quería construir algo que recordara a un cementerio -por eso no hay inscripción alguna en el conjunto-, y lo único que no estará permitido es saltar de uno a otro, por motivos de seguridad.

La ceremonia de inauguración cuenta con mil invitados, entre ellos los máximos representantes institucionales del país: el presidente, Horst Kohler; el canciller, Gerhard Schroeder, con varios de sus ministros, y el presidente del Bundestag (Cámara baja del Parlamento), Wolfgang Thierse.

De los discursos se encargan  Thierse, el arquitecto Eisenman, Rosh, en tanto que "alma mater" del proyecto, y también la australiana Sabina van der Lindern, representante de los supervivientes del Holocausto.

En declaraciones a la emisora "RBB-Inforadio", algunas horas antes de la inauguración, Thierse se mostró convencido de que el monumento, que para él muestra la fragilidad de "la democracia y la humanidad", producirá un "profundo efecto" a los visitantes.

Para el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, cardenal Karl Lehmann, el monumento recuerda "la hora de mayor tiniebla moral" de la historia alemana.

En un comunicado difundido hoy, Lehmann se pregunta si se logrará evitar que el protagonismo del monumento en el centro de la ciudad no desplace el recuerdo de los otros grupos víctimas del nazismo, y expresa su esperanza en que el futuro dé "buenas respuestas" a ello.

La ceremonia de inauguración, en la que también participan supervivientes del Holocausto y representantes de comunidades judías de todo el mundo, está rodeada de fuertes medidas de seguridad: las calles vecinas están cortadas y los residentes en los edificios aledaños sólo podrán entrar y salir de sus casas tras identificarse.

Pero las medidas de seguridad no se limitan a la ceremonia, pues el monumento estará vigilado las veinticuatro horas del día, y además los bloques de hormigón están recubiertos de un producto protector para facilitar la labor de limpiar posibles pintadas.

Precisamente esa sustancia fue el desencadenante del último escándalo relacionado con el monumento, ya en el tramo final de su construcción, cuando se supo que la empresa que iba a encargarse de suministrarla era la heredera del fabricante del gas con el que fueron exterminados los judíos durante el nazismo.

Tanto Thierse como Eisenman han querido que sea un sitio abierto, accesible al ciudadano las 24 horas del día, con o sin peligro de pintadas, con o sin peligro de otras agresiones.

Es decir, con todos los riesgos que implica un monumento de estas características en el corazón de la capital de Alemania.

No debe ser ni un cementerio, en palabras del arquitecto, ni un sitio de evocación de la muerte, sino un lugar de reflexión sobre el pasado y de esperanza para el futuro.

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