La crítica: Unos premios previsibles

Anoche se entregaron por undécima ocasión los Premios de la Música de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música.

En sus inicios los ganadores eran elegidos por los propios artistas e intérpretes, pero desde su tercera edición se incluyó en el censo de votantes a periodistas musicales, compañías de discos, agencias de representación e incluso tiendas de discos.

Por vez primera, la ceremonia se celebró fuera de Madrid, en concreto en Córdoba, pero el traslado no evitó que los Premios de la Música fueran menos previsibles y acomodaticios que de costumbre.

Si son así, en gran parte, es porque la música popular que se oferta en España al gran público padece esas mismas dolencias. La sequía es grande y culpar a la piratería de todos los males de la música es una posición fácil y cómoda.

El presentador de la ceremonia, Ángel Ruiz, llegó a predecir la desaparición de la música en un futuro no muy lejano. ¿Cómo se explica entonces el imparable ascenso de público en los conciertos y la multiplicación de festivales por todo el territorio español?

Anoche, la fuerza de atracción de Dover, Drexler o Bunbury se quedó en un paupérrimo 4% de audiencia en La 2, sin superar los 500.000 espectadores.

Otro de los puntos flacos de estos premios es su tendencia a la compensación. Un ejemplo: se premió a Melendi como la mejor gira del año cuando Fito y Fitipaldis, con una propuesta musical mucho más seria y consistente, agotaron todas las entradas de su multitudinario tour otoñal.

Por último, el premio a Radio 3 fue ciertamente contradictorio. Pocos, muy pocos de los artistas premiados anoche en las categorías más populares suenan en los programas musicales más relevantes de la cadena, como son Siglo XXI, Boulevard, Ambigú, Diario Pop o Disco Grande, por citar algunos.

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