Se cambió el nombre al llegar a Valencia para integrarse mejor y, sobre todo, porque Clara es mucho más fácil de pronunciar para quienes no están puestos en búlgaro. Svetlana tuvo que salir de Bulgaria porque se quedó sin trabajo.
Era profesora de ruso, pero, cuando el régimen soviético se desintegró, la mayoría de estudiantes renegaron del pasado y se pasaron al inglés. Svetlana se reconvirtió, aunque sin dejar la docencia.
Trabajó unos años como maestra, pero el destino volvió a jugarle una mala pasada.
La natalidad en la antigua República Soviética ha caído en picado porque, según cuenta, los jóvenes en edad fértil se marchan en cuanto pueden: «Antes daba clase a 150 niños, ahora no pasarían de 18».
En fin, que volvió a quedarse en el paro. Parece que estaba escrito que tenía que emigrar y venirse a Valencia.
Dificultades de empleo
Aquí, y después de muchos intentos fallidos (tiene contados hasta 25), ha encontrado un empleo gracias a la mediación de la empresa Satesfa, fundada por inmigrantes para cuidar a ancianos, niños y discapacitados. Svetlana cuida a los gemelos de un matrimonio mixto (la mujer es valenciana y el hombre, búlgaro).
La madre de los niños y el resto de los valencianos que conoce, al menos los de su edad, le parecen amables y serviciales: «Me preguntan que de dónde soy, que cómo me va la vida y me ofrecen ayuda. Los valencianos tienen un gran corazón».
La madre de los niños y el resto de los valencianos que conoce, al menos los de su edad, le parecen amables y serviciales: «Me preguntan que de dónde soy, que cómo me va la vida y me ofrecen ayuda. Los valencianos tienen un gran corazón».
«Intenté trabajar de limpiadora en 25 sitios, pero no me cogieron. Ahora cuido a los hijos de un búlgaro y su mujer, que es de aquí»
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