
No son pocos los adultos, criados con una programación televisiva en la que reinaba Barrio Sésamo, que no vacilan al afirmar que "ya no hay dibujos para niños como los de antes". Irónicamente, es esa misma generación, la nacida entre los 70 y los 80, la que se ha asegurado de que esa aseveración sea incontestable.
Impulsados por el anhelo de realizar dibujos animados inteligentes y de calidad —"como los de antaño"—, un considerable número de creativos, todos rondando la treintena, han popularizado una corriente en la que imperan la imaginación, el surrealismo y la psicodelia. Estos son los pilares sobre los que se sustentan series como Hora de aventuras, El asombroso mundo de Gumball o Tito Yayo, herederas del espíritu algo gamberro y extravagante que inauguró Bob Esponja hace ya más de una década (series como Ren & Stimpy tenían un público objetivo de mayor edad) pero que alcanza ahora su punto álgido.
Son producciones muy diferentes a cualquier cosa vista anteriormente, creaciones llenas de modernidad pero al mismo tiempo alimentadas por un alma ochentera que se aprecia en entornos, personajes, guiones e incluso en la música y efectos de sonido. Están repletas de referencias a los iconos pop y lugares comunes de toda una década, algunas explícitas y otras muchas sólo insinuadas, que buscan la complicidad con el espectador adulto y permiten que padres e hijos disfruten juntos frente al televisor.
Finn y Jake, los protagonistas de Hora de Aventuras, organizan un cine fórum para ver películas en VHS; su amigo BMO es una especie de Game Boy con vida propia; Gumball y Darwin se ven envueltos en situaciones propias de Indiana Jones, Parque Jurásico o Destino final; Mordecai y Rigby, protagonistas de Historias corrientes, son unos apasionados de las máquinas recreativas y los videojuegos retro; su compañero Pops adora cantar Footloose en el karaoke; uno de los capítulos de su serie se titula Yo, el halcón y se centra en competiciones de pulsos, como la película homónima de Sylvester Stallone...
Estas ficciones animadas, apadrinadas por Cartoon Network y emitidas en España a través de Boing (que ha conseguido gracias a ellas 23 meses de liderazgo consecutivo entre los canales infantiles comerciales), comparten un tono transegresor, estructuras narrativas innovadoras y guiones cargados de humor y nostalgia. Además, todas cuentan con repartos corales en los que se transmite una idea clara de tolerancia y respeto a aquellos que son diferentes, tal y como menciona una de las responsables de programación del canal.
Multitud de criaturas de lo más diverso conviven en un mismo mundo en igualdad de condiciones, sin extrañarse de las diferencias existentes entre ellos: un conejo casado con una gata y con un hijo pez, un instituto al que acuden alumnos tan peculiares como un globo, un cactus, un plátano o un tiranosaurio, un universo habitado por dulces vivientes, vampiros, trolls y cientos de criaturas de fantasía, un ave azul y un mapache que trabajan para un tipo que es una máquina de chicles...
La última serie en sumarse a este peculiar club ha sido Steven Universe, creada por Rebecca Sugar (1987), una de las guionistas de la aclamada Hora de aventuras. Protagonizada por un niño y tres heroínas (la personificación de sendas gemas), sus capítulos son también una explosión de creatividad. Incluso Disney Channel se está rindiendo a este estilo con series como Gravity Falls, de Alex Hirsch (1985), un cóctel de misterio y humor con toques de Sooby-Doo, Expediente X, Twin Peaks y aderezado con elementos de la cultura internauta tales como los memes.
Mientras tanto, los maestros de todos ellos, Bob Esponja, Patricio y Calamardo, continúan viviendo aventuras en Clan sin perder un ápice de su frescura y sabor a mar.
La importancia de la traducción
Gran parte del éxito que están teniendo estas series en España responde al buen trabajo realizado en la traducción y el doblaje, algo que se encarga de confirmar Jorge Riera, guionista de televisión, autor del cómic Putokrío (así como de la serie animada homónima que podía verse en el programa Alaska y Coronas) y responsable de la traducción y adaptación de diálogos de las series Hora de Aventuras, Tito Yayo, Steven Universe e Historias corrientes.
"Cuando en Cartoon Network se plantearon adaptar Hora de aventuras e Historias corrientes sabían que tenían entre manos dos productos originales y diferentes. Por eso decidieron encargarle la adaptación a un traductor que también fuera un poco diferente", explica Riera.
"Uno de los mayores defectos de las adaptaciones de series de animación en España es que las traducciones son demasiado literales, demasiado pegadas al sentido original, y eso hace que en el caso de las comedias se pierdan muchos chistes y los diálogos suenen acartonados, muy poco coloquiales y graciosos. Por eso me llamaron a mí, que además de adaptar series de dibujos, soy guionista de televisión y cómic con cierta experiencia en el terreno del humor", añade.
A la hora de hacer una buena traducción la clave es que "en esencia, se mantenga el estilo del original y que el lenguaje utilizado sea apto para su público objetivo, es decir, niños", cuenta el guionista, quien matiza que siempre hay excepciones. "Por ejemplo, con las dos series que he citado acordamos hacer una adaptación más libre y creativa de lo habitual en este tipo de series. Me permitieron ciertas licencias creativas para buscar sinónimos y expresiones divertidas con la intención de crear un lenguaje propio que el espectador español sintiera muy cercano. Para ello empleamos un vocabulario sacado del mundillo adolescente, palabras de los tebeos de la escuela Bruguera e incluso algunas expresiones de los 80 que todos conocemos como "tron", "movida", "nasti de plasti"...", relata Riera.
Este lenguaje fresco y coloquial unido a la inteligencia de las tramas, hacen que sean series disfrutables tanto por niños como por adultos. "Son series claramente infantiles, pero tienen varios elementos que las hacen disfrutables para un público más adulto. A saber: su estilo de humor, surrealista y gamberro, muy por encima de los tópicos de la mayoría de sitcoms para adultos; sus temas, que invitan a la reflexión desde una perspectiva original y con unos personajes más complejos de lo habitual en una serie para niños; y sus universos, llenos de referencias a los cómics, los videojuegos y la cultura pop. Todo esto las convierte en un manjar posmoderno capaz de hacer las delicias de cualquier adulto con un mínimo de criterio", sentencia Riera.
Cuatro loas a la imaginación
Pendelton Ward (1982)

Tras este planteamiento más o menos cándido se esconde un trasfondo bastante más oscuro. En los capítulos se va desvelando a través de pequeños detalles cómo el mundo se vio asolado en el pasado por una gran guerra nuclear que arrasó todo y sólo dejó tras de sí miles de criaturas mutadas.
Aunque la magia es una constante en Hora de aventuras, existe un gran celo con la coherencia interna de la historia, por lo que las tramas y personajes conforman un todo de gran consistencia.
Ben Bocquelet (1983)

La serie también destaca por su llamativo estilo visual, que mezcla animación tradicional, animación por ordenador, stop motion e imagen real. Esta mezcla de técnicas tiene su explicación en el origen de la serie. Ben Bocquelet tuvo la idea de juntar a todos los personajes descartados que había diseñado para anuncios publicitarios (cada uno de un estilo completamente diferente) y convertirlos en protagonistas de una serie sobre mascotas rechazadas recluidas en una escuela de reinserción. A los productores les parecía una idea demasiado triste para una serie infantil, así que se le dio un toque más familiar y el proyecto salió adelante.
J. G. Quintel (1983)

Historia corrientes es quizá la más nostálgica y menos infantil de todas estas series centradas en la imaginación y el absurdo. Son abundantes los chistes entre líneas dirigidos a los adultos y hay incluso referencias al alcohol y las drogas, eso sí, los suficientemente sutiles como para que un niño no las perciba.
Peter Browngardt (1979)

El disparatado grupo viaja en una autocaravana en busca de niños que necesitan ayuda. Sin embargo, suelen traer más problemas que soluciones.
El creador de Tito Yayo, Peter Browngardt, ha trabajado en Futurama, Chowder y Las maravillosas desventuras de Flapjack. También ha colaborado en Hora de aventuras.
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