Ayer, en el mercado del Val

Mª Luisa Gómez, 48. En el mercado.

«Renovarse o morir». Lleva toda la vida trabajando en su carnicería, antes con su marido y ahora con su hijo.  La noticia de que se va a remodelar el Val, dada ayer por el alcalde, le parece excelente. «Todo lo que sea atraer a gente está bien. Aquí hay que renovarse para que ésto no se muera. Ahora hay muchos puestos cerrados y  no dan una buena imagen. A mí, que pongan un supermercado no me parece mal».

Charo Cuevas, lleva 15 años en el Val.

«Los tiempos cambian». Desde su puesto de lechazo y cordero asegura que ya no se demanda un mercado tradicional. «Bueno, en realidad, a la gente sí le gusta lo que le damos aquí, pero quizás piden una imagen más moderna. Dicen que los puestos serán más anchos y que la gente verá de un golpe lo que tenemos expuesto. Eso está muy bien. Lo peor será durante las obras. Yo quiero que no nos disgreguen por ahí», explica.

Casimiro Riolobos, 51 años en el Val.

«Los hábitos han cambiado y nos debemos adaptar». Mientras arregla unas aceitunas habla con claridad. «Llevo aquí desde los 12 años y si estamos perdiendo clientela algo habrá que hacer. Todo cambia, ahora la mayoría de las amas de casa trabajan y les gusta comprar en el mismo sitio, así que si ponen un supermercado sin perecederos les vendrá bien. A nosotros tampoco nos perjudica», asegura.

Carlos Bayón, 34 años vendiendo.

«Aquí se necesita un aparcamiento». Pescadero y sin pelos en la lengua. «Yo le dije hace más de 10 años al alcalde que aquí lo que se necesitaba era un aparcamiento subterráneo. Dijeron que éso era imposible y, sin embargo, ahora parece que sí se puede hacer una planta bajo tierra. Ante eso, qué digo yo. He perdido mucha clientela porque hay que dar más vueltas que una peonza para poder dejar el coche», afirma.

Yolanda Sánchez, 22 años en el Val.

«Me parece bien para nosotros, para los clientes, para la ciudad». Forma parte de la junta directiva de los vendedores. «La clientela es fiel, pero hay competencia y es necesario que se complete la oferta. Lo que más miedo nos da es el tiempo de obras, pero yo creo que es posible que nos manden a todos juntos a otro sitio. Hace 25 años, en la otra reforma, fuimos a San Benito y, aunque nada es como en casa, fue bien».

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