Celebran con una retrospectiva el 90º cumpleaños de Co Westerik, el pintor de la incomodidad

  • En más de seis décadas de carrera, el artista holandés no se adscribió a corrientes ni movimientos artísticos y se mantuvo siempre lejos de la vida pública.
  • Distorsiona la perspectiva y juega con las proporciones. Incluso en escenas en apariencia alegres comunica tristeza, aislamiento, inestabilidad, dolor y muerte.
  • Una exposición ilustra la capacidad de Westerik para distanciarse del cuerpo humano y mostrarlo desde puntos de vista incómodos.
Cuadro del artista holandés Co Westerik del año 1971
Cuadro del artista holandés Co Westerik del año 1971
Co Westerik - Collection Museum Boijmans Van Beuningen, Rotterdam
Cuadro del artista holandés Co Westerik del año 1971

Sin formar parte de movimientos ni de escuelas; reticente a etiquetar su arte y alejado de la vida pública; desde que inició su carrera en los años cuarenta, Co Westerik (La Haya- Holanda, 1924) ha ido por libre. No se ha dejado intimidad por modas ni ha sentido la necesidad de llamar la atención con teorías o declaraciones a pesar de ser un artista multipremiado en su país.

Con sus obras transmite una sensación de incomodidad incluso cuando las escenas son alegres, poéticas y cotidianas. Un primer plano de una galleta mojándose en el café o un grupo de niños jugando en la calle son asombrosos vehículos para comunicar tristeza, aislamiento, inestabilidad, dolor, muerte... Para lograr su fin no le importa distorsionar la perspectiva o jugar con las proporciones: tiene la certeza de que lo importante en sus cuadros no es lo que se ve claramente, sino lo que surge de manera espontánea en quien los mira.

Con motivo del 90º cumpleaños del artista, el museo Boijmans van Beuningen de Róterdam (Holanda) expone hasta el 31 de agosto Co Westerik 90, una selección de escogidas pinturas de un autor que —a pesar de haber producido en estos últimos casi 60 años miles de dibujos— sólo ha pintado unos 200 cuadros.

Cuerpos asimétricos e imperfecciones en la piel

Hay una razón para la escasez de lienzos. Crea siempre basándose en la propia experiencia, realiza bocetos a partir de pensamientos e ideas que contienen una carga emocional significativa para él. Cuando el germen crece y se hace demasiado grande para un humilde dibujo, entonces lo traslada al lienzo.

Westerik cultiva desde siempre un distanciamiento del cuerpo, que muchas veces representa como una peculiar masa de carne destacando asimetrías e imperfecciones sobre la piel. Las perspectivas forzadas de la anatomía humana acentúan esa visión cruda: pinta (en repetidas ocasiones) el primer plano de un dedo cortándose con una brizna de hierba, se recrea en una mano con manchas de edad y venas azules e hinchadas; muestra en una crudeza abstracta a un bebé en el preciso momento de su nacimiento emergiendo de la vagina ensangrentada de su madre.

A pesar de su avanzada edad, sigue trabajando —como ha hecho siempre— en largas jornadas diarias  en sus pinturas, dibujos, acuarelas, grabados y litografías. Al óleo o con varias capas de témpera, el procedimiento es clásico y artesanal, pero las escenas siguen explorando la incomodidad con el mismo lenguaje pernicioso que en los cuadros que lo hicieron famoso en Holanda tras la II Guerra Mundial.

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