Enrique Vila-Matas:"Aquí al que se mueve, inmediatamente todos se lo cargan"

  • El escritor publica la obra que escribió los cinco días que estuvo en un restaurante chino como parte de Documenta Kassel.
  • "No llevé ordenador por si me lo robaban, así que escribí en un bloc", dice el autor.
  • "Se han empeñado en decir que defiendo el arte moderno, y mi libro no es eso... "
El escritor y periodista Enrique Vila-Matas.
El escritor y periodista Enrique Vila-Matas.
Hugo Fernández
El escritor y periodista Enrique Vila-Matas.

Es uno de los escritores españoles vivos más comprometido y arriesgado, no en vano Enrique Vila-Matas es un defensor del valor de atreverse a hacer algo por muy ridículo que parezca. Su última obra, Kassel no invita a la lógica (Seix Barral), es fruto de esta filosofía. Cinco días sentado en un chino en la ciudad alemana de Kassel, invitado por el festival de arte contemporáneo Documenta Kassel, dieron al autor de Dublinesca para escribir y reflexionar sobre la necesidad de entusiasmo y el arte como modo de vida.

¿Cómo se quedó cuando lo llamaron de Documenta Kassel para que participara?

La invitación era única e inalcanzable, porque nunca he sido un artista plástico. Contentísimo de que haya ocurrido, algo que escapaba de lo que hacía normalmente. Era diferente y atractivo. Esto fue un año y medio antes de que se inaugurara la Documenta y cuando acudí al Kassel sólo sabía lo que se me había dicho: escribir a la vista pública en el restaurante chino cinco días, y no se me dijo nada más, bastaba que estuviera escribiendo. Querían incorporar escritores en el Kassel. La trama mínima del libro nace cuando me preguntío qué se esera de mí que haga en un restadurante chino. Y me parece entender que el arte hace que tu te las compongas. El artista y el espectador. Se trataba pues de que yo me las compusiera.

¿No es lo que hace un escritira: componérselas?

Sí, sacar de la nada. Lo único que se me ocurrió es hacer una novela. Un día me eché una siesta en esa mesa. Había sido visitado por una periodista madriñela y le dije que me iba a echar una siesta si no le importaba.  Dormí, pero no soñé nada y eso me acercó a Dios, Robert Walser dice que es magnífico ser Dios porque eso es no pensar nada.

Cuando se sentó en aquel restaurante, ¿qué tenía pensado escribir?

Bueno, lo primero es que, temiendo que me asaltaran, fui con cuaderno, boli, lápiz y goma para que no me robaran. La idea que tenía era ser un personaje llamado Otra y escribir una novela tipo Simenon. No estaba dispuesto a que nadie viera cómo escribía, pero de nada sirvió porque no vino nadie más que dos. Un catalán despistado que me pegó un rollo tremendo y una alemana enorme que me abrazó y gritó: writer, writer.

Alguien como usted, siempre al margen de toda moda o corriente, ¿también está al maregn, incluso es inmune a cualquier comentario que hagan de su obra?

Me divierte que alguno me mire con rareza. Me divierte que se pregunten cómo es que no me gusta Cela. Me hace reír porque estoy en una fase en la que todo me parece bastante raro de por sí.

Le gusta que la gente se pregunte, y lo plantea en la obra: ¿hay una  mayor necesidad de preguntarse?

Estamos acostumbrados a reírnos con prejuicios de cualquier cosa que suene a arte contemporáneo y se ha contagiado con la crisis a una desidia general. Y sin curiosidad no es posible  estar vivo. Sin entusiasmo nunca se hizo nada. Montaigne decía: no hago nada sin alegría...

Pero la alegría...

La alegría, pero no entendida como aquí se entiende. La alegría como júbilo de estar vivo, si celebras las posibilidades impresionantes que tenemos los seres humanos... Ese entusiamo es: no hago nada sin expandierme creativamente.  La gente no saca el máximo de sus posibilidades creativas.

Tampoco la educación y la sociedad ayudan, ¿no le parece?

Sí, yo en mis primeros años de creador, de 16 a 20 años, me ayudaron involuntariamente personas con comentarios dichos de paso y actitudes que no eran derrotistas. Se agradece que la gente no sea tan derrotista. El libro se levanta contra el exceso de crítica negativa y pesimista, y está escrito en plena crisis. Lo escribí en Alemania y trataba de mostrar una cara distinta: la euforia de algo diferente.

¿Más pesimismo o bloqueo?

Aquí al que se mueve y hace algo, inmediatamente todos se lo cargan; en este sentido es un lugar muy siniestro. La gracia del arte es que haces algo y piensas que es extraño porque nadie lo hizo y piensas: "igual hago el ridículo", y el valor es atreverse a hacer el ridículo, porque igual no lo haces y acaba interesando. Y si haces el ridículo, no pasa nada. Lo que quiero decir es que te inmovilizan diciendo: cuidado, que en tu próximo libro te vamos a mirar con lupa.

Con usted no han podido...

No. Cuando empecé decían que no se entendía lo que escribía, y entonces yo dije: a ver ahora si lo entendéis. Se me acusaba de no ser realista, no crear personajes y mezclar ensayo y narrativa, de lo que me pueden acusar igual ahora. Pero es lo mismo. Dublinesca, por ejemplo, fue portada del suplemento máximo de cultura de China, y eso quizá me ayuda a que no esté atento a los mismos topicos que se dicen aquí de mí.

También con este libro ha habido algún equívoco...

Se ha producido el error de creer que yo defiendo el arte contemporáneo. En el libro estoy hablando sólo de lo que vi en Kassel. Incluso hay amigos que me dicen: ¿así que ahora te gusta el arte contemporáneo? como si fuera una porquería. El libro se levanta contra el tópico del arte contemporáneo. Todas las novelas se levantan contra un lugar común.

Las buenas novelas, ¿no? Porque todas...

Sí, y éste se levanta contra este exceso de crítica negatica y la indolencia a todo lo que suena a arte contemporáneo.

¿Y por qué ese equívoco?

En las entrevistas no han leído el libro y se ha creado la idea de que es una reflexión sobre el arte contemporáneo. Si lo leyeran, verían que hablo de mi estado de ánimo cuando lo escribí que era entre el entusiasmo y el suicidio. Que me pregunto por el sentido de la vida y que lo encuentro.

¿Y cuál es el sentido de la vida?

Arte y vida mezclados es la opción más interesante, y que el arte sea el centro de nuestro mundo. Lo que ambiciono es encontrar, que no encontraré, ciudades abiertas en las que la inteligencia tenga un papel predominante y los políticos cumplan una función eficiente, sobre todo eficiciente para poner el arte como centro. Suena extraño ahora...

Pero el arte nos ha salvado otras veces en el pasado...

Hace treinta años sonaría normal. Pero sí creo que la estructura debería montarse alrededor del arte. Nada me aburre tanto como escuchar noticias de política seguidas.

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