J. D. Botto: "Nunca hubiéramos creído que sería más fácil abortar en 'Cuéntame' que en la vida real"

  • Candidato por quinta vez a un premio Goya reconoce que si dirigiera la Academia habría ciertas reivindicaciones en la gala.
  • "La sociedad espera algo de nosotros" afirma el actor siempre comprometido.
  • "La percepción de la impunidad del poder nos indigna a todos".
Juan Diego Botto
Juan Diego Botto
JORGE PARÍS
Juan Diego Botto

Vuelve a estar el actor, autor y director Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975), en la lista de candidatos a los premios Goya, en esta ocasión por la película Ismael como actor de reparto. Sonríe con calma cuando le preguntamos si a la quinta va la vencida (son las veces que ha optado al galardón); parece haberse acostumbrado a no recibirlo.

Acaso la timidez que él mismo subraya: "Me acompaña hasta el día de hoy" agradece no tener que exponerse sin traje de intérprete. Aunque su fuerte compromiso social aprovecharía para hacer alguna referencia a la actualidad. Un compromiso que en parte le venía dado por su complicada situación desde que recuerda: su padre fue uno de los torturados y desaparecidos argentinos, y él, junto a su familia, uno de los muchos argentinos que se vieron obligados al exilio.

Con tres años vino a Madrid, donde sigue residiendo en la actualidad. Su protesta no ha cesado, incluso se ha recrudecido (como las circunstancias): su último montaje, Un trozo invisible de este mundo, es una denuncia directa y poderosa de la impunidad. La escritura de esta exitosa obra (sigue girando por España y saldrá por Latinoamérica además de haber  sido publicada como libro por Espasa) nació al tiempo que testificaba Juan Diego en el macrojuicio que se juzgaban las torturas y asesinatos que se cometieron en la Escuela de Mecánica de la Armada donde su padre fue torturado y "hecho desaparecer".

Si le dan el Goya (es su quinta candidatura), ¿aprovechará para hacer alguna reivindicación?

Hace dos días me llamó una mujer mayor, Feli, que es del barrio de La Paz de Madrid, y me dijo que estarían en la puerta de la gala y que iban a dar pegatinas y que si yo pudiera repartirlas o hacer mención, porque están vendiendo las casas sociales de Madrid a fondos buitre de inversión y están echando a mucha gente a la calle... Si por carambolas del destino me lo dieran, me sentiría muy mal si la voz que a Feli no le dan no poder transmitirla yo mismo. Debería hacerse de modo colectivo, ojalá estuviéramos tan organizados como muchos creen. Todo lo que ha surgido en los Goya o desde el mundo de la cultura es mucho más casual y anárquico de lo que la gente se piensa.

¿Cree que la gala de estos premios no debería obviar la realidad y denunciarla como ya ha hecho otras veces?

Cada uno tiene derecho a decir lo que quiera. A nivel institucional dependerá de la Academia. Si la dirigiera yo, habría referencias, pero como no la dirijo... Creo que la sociedad  espera algo de nosotros: el arte es algo que habla de lo que pasa alrededor y lo refleja.

Hablando de reivindicaciones, no es Ismael especialmente reivindicativa, y eso que en Piñeyro (director) y en usted eso no es la norma...

Es atípica en Piñeyro, cuyo cine gira en torno a una crítica social.  Ésta es una historia de amor y segundas oportunidades. Mi personaje era pequeño pero muy interesante, porque era un tipo a punto de perderlo todo. Es alguien que descubre que todo lo que ha vivido no es que sea mentira, es que creía que no era de esa manera.

Como persona también es interesante, aunque sólo sea porque todos hemos descubierto alguna vez que las cosas no eran como pensábamos, ¿no?

Sí, todos nos hemos dado de bruces alguna vez con una realidad desagradable y hemos tenido que  lidiar o confrontar la parte más madura y la parte más infantil. La más infantil: la de la rabieta y vete a la mierda, y la adulta: bueno, y qué hacemos con esto. La quiero, ella no tanto, pero ¿qué hacemos? Hay una pérdida y una aceptación de algo que no es perfecto, y ¿cómo se convive con lo imperfecto?

¿Haciéndose mayor?

Sí, haciéndose mayor. Para mí el personaje tenía mucho de hacerse mayor, imperfectamente pero acepta vivir con lo no idílico.

Cuando se interpreta algo así, ¿no le toca a uno?

No queda más remedio que bucear en el dolor. La parte peculiar de los actores es que eso nos gusta.

¿Doloroso pero catártico?

Es catártico, es creativo y es productivo, en el sentido no mercantil sino de producir algo artístico con eso. Los sentimientos malos los pones al servicio de algo que vale la pena.

Siempre hay compromiso en usted: el actor y el autor que pone su trabajo al servicio de un compromiso social y una denuncia, ¿concibe su profesión fuera de eso?

Por un lado sí y por otro no. Lo primero es ser consciente de que todo arte engloba un mensaje: una visión sobre el mundo. Hasta la comedia más banal te habla de un punto de vista del mundo en que vivimos. Un reflejo crítico o acrítico de nuestra sociedad que perpetúa o critica una forma de entender el mundo. A veces haces películas con las que no estás de acuerdo porque es un buen personaje o porque te pagan y de algo hay que vivir. Pero hay que saber que nada de lo que haces es blanco o ajeno a un mensaje. Por eso si los proyectos nacen de mí quiero que mis historias tengan un punto de vista crítico, porque vivimos en un mundo muy imperfecto en el que el ser humano no es la prioridad sino el último eslabón de las prioridades del sistema en que vivimos.

Usted ya protestaba cuando parecía que todo iba bien...

Lo que me gusta es lo que desvela algo de nuestro mundo o del corazón, lo que normalmente tapamos o no queremos ver.

¿Sorprendido por el éxito de su crítica y dolorosa obra Un trozo invisible de este mundo?

Sí, nació con una aspiración muy pequeña. Y nació de la necesidad de contar algo. Lo escribí cuando se celebrar el inicio del juicio de la Escuela Mecánica de la Armada que juzgaba los crímenes contra opositores políticos y donde mi padre fue torturado y hecho desaparecer. Por primera vez mi madre y yo podíamos declarar y nuestro testimonio iba a ser tenido en cuenta.

¿Y fue tenido en cuenta?

Sí, nos hablaron los tres jueces, los abogados, veíamos a los acusados... Era muy duro, pero era la primera vez que podíamos hablar en el ámbito que corresponde, el de la justicia, donde los asesinos iban a ser juzgados y si son condenados caerá todo el peso de la ley. Y eso es reparador para mí y mi madre porque significa que se va a hacer justicia, que esa muerte, esa lucha y esa derrota no lo fue tanto porque todo el país te dice: tenías razón, tu padre no debió morir así y además están avisando al mundo: a quien vuelva a hacer algo así lo sentaremos en el banquillo.

Buena lección ahora que España se queda sin jurisdicción universal...

Sí, yo creo que España tiene mucho que aprender de esos procesos. El desprecio por las víctimas del franquismo en este país es inmenso. La democracia tuvo un gran logro: la visibilidad de las víctimas del franquismo y uno de sus peores déficit: la invisibilidad de las víctimas.

¿Escribiría algo sobre esto?

Sí, claro, por paralelismos me interesa. Pero vuelvo a Un trozo invisible de este mundo: el éxito es inesperado.

Y una prueba de que el público no es tonto...

Sí, porque eran cinco monólogos y nos piden volver y volveremos. Cuando lo escribí pensé que haríamos Madrid y punto, y con suerte no perderíamos dinero.

¿Cree que hubiera tenido éxito sin esta crisis? ¿No estamos más concienciados y eso hace que textos como el suyo sean tan bien recibidos?

La percepción de la impunidad del poder a todos nos indigna y nos hace sentir rabia. La corrupción parece que es impune, todos los bancos han tenido récord mientras desahucian. En 2013 se desahució más que en 2012. No hay becas de comedor, hay más desempleo, los salarios bajan. Y todo mientras los ricos son más ricos y los corruptos parece que es imposible juzgarlos. Esa rabia parece que hace que tengamos ganas de ver eso.

Aquella generación que usted interpretaba en la película (basada en la novela de Mañas) Historias del Kronen,  ¿podía pensar la que se nos venía encima?

Se cumplen 20 años del rodaje. Y todo lo que ha pasado en estos 20 años... No estábamos preparados, hemos sido criados en el fin de la historia en el progreso y en la creencia de que viviríamos mejor, cada vez con más derechos. Nos han arrebatado el mundo feliz, la promesa que nos hicieron.

Un mundo feliz que ni siquiera tocamos...

Cuando llegaba se nos fue arrebatado. Vamos a ser la primera generación europea que va a vivir peor que sus padres.

Que ya está viviendo peor que sus padres.

Si yo le cuento a mi hija cuando sea mayor que había 45 días por año trabajado y pensiones... Porque mi hija no las va a catar... O lo cambiamos o eso ocurrirá. Pensábamos, en los 90, que lo nuestro era divertirnos.

Y nos lo creímos de verdad, hasta el más agorero...

Sí, yo era el más agorero. Y era el pesado, pero ni yo en mis años más radicales pensé que esto sería así, con estas expectativas tan tristes. Somos una generación que nos sentimos estafados.

Es que nos han estafado, ¿o cree que nos educaron para algo como esto?

En política no nos metíamos, y la poesía o la literatura, que fueron útiles a nuestra generación anterior: creían en ellas para cambiar el mundo, no servían para nosotros, creíamos que eso no servía de nada. No interesaba ni el conocimiento ni el saber, la cultura no interesaba, pero... las palabras importan.

¿Por qué no acaba de llegar la crítica y la denuncia al cine?

Por el dinero y el tiempo y de dónde sale el dinero. Una obra la escribes hoy y la produces y en un mes la estrenas, y eso permite ser inmediato y reflejar la realidad de forma casi instantánea. El teatro nació para espejar la realidad. Sirve para ver lo que nos pasa. No dependes de corporaciones. El cine no, desde que creas un proyecto hasta que lo pones en pie puede pasar un año o año, y todo pasa por A3 T5 o TVE con lo que sabes que al final del camino dependerá del gusto de unas personas. Y acaba ocurriendo la autocensura, se escribe lo que se cree posible. Por temor a que no lo produzcan. Los proyectos distintos, que son cada vez más, funcionan al margen de la gran producción, se han hecho casi a pulso: Todas las mujeres, Gente en sitios... Y hay gente con mucho talento, porque si no, con lo paupérrimo de nuestra industria sería difícil.

¿Le molesta que se metan con la subvenciones al cine?

Es uno de los grandes bulos. Las subvenciones en la escala de subvenciones que se dan al cine son una de las cosas menos subvencionadas. No existen para los actores, las hay para lo que se produce. Mira El Mundo, le retiras la publicidad institucional y lo hundes y en este país, en el que eso se da por dedazo es una manera de subirte o bajarte..., o incluso comprarte. El IVA, la literatura mantiene el IVA reducido porque los dueños de las editoriales son dueños de la prensa. Si estuvieran separadas ya tendría la literatura el 21%. Que lo tenga el cine es inaudito, y no se explica más que desde una desidia profunda hacia la cultura de este país. Está destrozando la industria cultural de este país.

¿No será miedo, como sucedía en 1984, a que la gente sea culta?, ¿o es simplemente economía?

La economía nunca es simplemente economía. Los llamados expertos en economía son personas que tienen un criterio ideológico por el que apoyan unas tesis económicas. No hay nada que sea más una cuestión de fe que sea ajeno a la experiencia empírica que las recetas del Fondo Monetario. Las recetas del FMI cuándo han producido algo que no sea miseria. Por eso: un acto de fe. Si siguen pensando que tendrán otras consecuencias sólo se explica desde la fe, mística o locura. Los expertos están cegados por una cuestión ideológica, creen en algo que la experiencia les demuestra que no es así. Así que en las decisiones de la economía por cultura hay detrás un punto de vista. Si nos dicen que iba a haber una ley donde protestar iba a ser penado no lo hubiéramos creído. O que iba a ser más fácil abortar en Cuéntame que en la vida real no lo habríamos creído. ¿Quieren gente pasiva acrítica y culta?, sí, es posible pensar que quieran eso.

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