Desde el día 2 de febrero Edurne Pasaban conduce Cumbres (La 2), un espacio atípico de alpinismo en el que la deportista comparte ascensiones y confidencias con personajes de la vida pública. Ya lo ha hecho con Gemma Mengual, Javier Sierra y Judith Mascó. El próximo domingo la veremos con Kiko Veneno y, después, con Espido Freire, Juanjo Ballesta, María Casado...

¿Qué se puede descubrir de un invitado en la montaña que no se pueda descubrir en un plató?

En la montaña no hay tantos decorados ni parafernalias por medio y eso hace que el personaje se comporte con más naturalidad. Escalando una pendiente y sin sentir las manos por el frío es díficil mantener una pose.

¿Y cómo son sus compañeros de travesía?

Personas normales, normalísimas. A veces les idealizamos cuando les vemos sobre una pasarela o en la pantalla, pero en realidad tienen nuestras mismas motivaciones y sentimientos.

¿Con quién conectó más, con los deportistas del grupo o con el resto?

Con los deportistas comparto una visión parecida ante muchas aspectos de la vida, pero lo que me llamó la atención fue la afinidad que sentí con personas de ámbitos totalmente distintos al mío. Por ejemplo, con la modelo Judith Mascó. A sus cuarenta y pico años, sigue ejerciendo su carrera profesional, es madre y ha tenido que tomar muchas decisiones que afectaban a su trabajo y a su vida personal. ¡Me sentí muy identificada!

Según las fotos del programa, unos llegan a la cumbre con mejor cara que otros. La de Kiko Veneno solo era regular.

Pasó mucho frío... Subimos al Mulhacén, que es una travesía larga, y además lo hicimos de noche porque queríamos estar en la cima al amanecer. Pese a que le dolían muchísmo las manos, el tío no se quejó. Al contrario,  decía que era una de las cosas más bonitas que había hecho.

¿Qué expedición fue más penosa?

Juanjo Ballesta tiene un vértigo que te mueres y tuvo que subir al pico Almanzor. ¡Pasó un miedo...! Me chocó que un tío como él, que es un todoterreno, tan echado para adelante,  se bloqueara así. Se me agarraba porque no podía ni andar. ¡Más mono, me daba una pena! Sufrió un montón.

Ha ido de expedición con escritores, periodistas, modelos, actores... los temas de conversación habrán sido de lo más variado.

Eran conversaciones relajadas. Lo bueno es que como no soy periodista, no se presupone que tengo que conocer cada detalle de la vida del personaje con el que estoy. Esa flexibilidad ha conseguido que todo fuera más fresco, incluso el modo de preguntar. Hablábamos de trabajo, de la familia...

¿Qué anecdota no olvidará?

Las anécdotas se sucedían sobre todo en los refugios de montaña, donde se duerme en saco, en habitaciones colectivas. Yo estoy acostumbradísima a estos sitios pero algunos invitados  no sabían ni que existían. Me acuerdo cuando llegamos a uno y la cantante Lucrecia preguntó dónde estaban los servicios. El encargado le dio una pala y le dijo que podía ir al bosque. Llovía un montón. Eso sí, Lucrecia lo aceptó superbien.

¿Ha habido más risas o más agobios?

Me he divertido mucho. Por ejemplo con Kiko Veneno, que es muy gracioso, me lo he pasado muy bien. Y con Juanjo Ballesta, que no calla ni debajo de las piedras. ¡Es más majo! Tan joven, madre mía, a ese hay que atarlo en corto.

¿Vivimos demasiado alejados de la naturaleza?

Yo, no, pero tengo amigas con niños que viven en Madrid y conozco a gente que apenas conocen la sierra. Simplemente el dar un pequeño paseo por una pista señalizada, poder oler aquello y verlo, es un regalo. Y tiene que serlo para mucha gente.

¿A quién se llevaría a esos paseos que aún no se haya llevado?

Me llevaría a la cumbre a Pep Guardiola y a José Mourinho. Tengo curiosidad por saber cómo son en realidad, si son tontos o supermajos, y si se corresponde con la imagen que tengo de ellos.

Nació en Tolosa (Guipúzcoa) hace 40 años y es conocida por ser la primera mujer de la historia en ascender a los catorce ochomiles. Hoy combina su faceta deportiva con la empresarial y ha participado en conferencias, cursos, congresos y programas de televisión.