El final del Tercer Reich

Ya todo es inútil. Los disparos de los soviéticos son cada vez más cercanos.
Han matado a Blondi, la perra pastor de Hitler con la que yo jugaba en los jardines de la Cancillería. Dicen que ha sido para probar el veneno que luego Magda Goebbels utilizaría con sus seis hijos. Tras arduas dificultades para encontrar un juez, aquella medianoche Adolf Hitler, contrajo matrimonio civil con Eva Braun, quien al firmar se confundió y puso Eva B..., luego tachó la b y suscribió «Eva Hitler, nacida Braun». Tras ello, Hitler se despidió de su personal más allegado y se retiró con la que ya era su esposa a los aposentos privados. Allí, luego supe, que redactó su testamento político y personal, donde se especificaba su intención de suicidarse junto a Eva Braun y que sus cuerpos fueran incinerados. Yo vi a su chófer Kempa y otro ayudante a quien no reconocí, trasladar los cadáveres, envueltos en mantas que supe que eran los suyos por los zapatos de Eva. En un socavón producido por un obús ruso, procedieron a incinerarlos con doscientos litros de gasolina. El dos de mayo, a los ocho y media de la mañana, mientras el general Weidling, comandante de la defensa de Berlín, ordena el cese de la resistencia, soldados rusos llegan al búnker. Mi padre y yo entregamos nuestro armamento. Luego él cogió un pico y yo una pala y comenzamos el desescombro, canturreando quedamente: «Deutchland, Deutchland über alles...». Pero la rendición la habría de firmar el ocho de mayo el mariscal Wilhelm Keitel, jefe supremo de la Wehrmacht y entraría en vigor a las 0 horas del día nueve. La paz no llegó a suscribirse nunca. Mientras, en el cine Fantasio de Barcelona se exhibía la película Un par de locos de Stan Laurel y Oliver Hardy.
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