La imagen de una ciudad perdida hecha de oro alimentaba la imaginación de los conquistadores españoles sólo unas décadas después de llegar al continente americano. Entre los muchos posibles lugares entre los que podría estar El Dorado, los exploradores creían con firmeza que tenía relación directa con el territorio de los muiscas, nativos de la actual Colombia.
En la laguna de Guatavita (cerca de dónde hoy está Bogotá), el pueblo precolombino llevaba a cabo un ritual en el que el líder electo era cubierto en polvo de oro y sumergido para emerger como el nuevo jefe de los muiscas mientras los asistentes a la ceremonia tiraban al agua piedras preciosas y oro. Lo que en Europa tenía un gran valor económico, en la antigua Colombia era sobre todo simbólico: el oro era un material que otorgaba a las élites un estátus semidivino tanto en la vida como en la muerte.
El British Museum de Londres inaugura Beyond El Dorado: power and gold in ancient Colombia (Más allá del Dorado: poder y oro en la antigua Colombia), una exposición que se podrá visitar hasta el 23 de marzo y que reúne 300 obras procedentes del Museo del Oro de Bogotá —dueño de una de las colecciones más extensas de oro prehispánico del mundo— y de la colección permanente del prestigioso museo inglés. Muchos de los objetos son producto de las sucesivas excavaciones que los europeos hicieron en la laguna sagrada de los muiscas en busca de los tesoros de la mítica ciudad desde el siglo XVI hasta comienzos del XX.
Hombres transformándose en murciélago
La colección de excepcionales piezas de artesanía, datadas entre el año 1600 antes de nuestra era y el 1700, revela la sofisticación y el dramatismo del arte de pueblos como el muisca, el quimbaya, el calima, el tairona el tolima y el zenú.
Los testimonios descubren aspectos de la vida espiritual de los pobladores prehispánicos de Colombia, que creían en la metamorfósis del ser humano en divinidades animales y basaron buena parte de su lenguaje artístico en esta idea. En la serie de objetos hay escenas de hombres transformándose en grandes murciélagos, collares con representaciones de garras felinas y personajes con pectorales de ave.
Aparte del poder expresivo, la producción de estos pueblos deslumbra por las complejas técnicas con las que trabajaban el oro. Destacan las espectaculares obras realizadas con una aleación de oro y cobre (tumbaga), la perfección en el fundido y en el forjado de metales que revelan los poporos (recipientes usados en ceremonias y contenedores de hojas de coca), textiles pintados de los muiscas... Los organizadores destacan además las máscaras a gran escala —de oro y otros materiales— que acompañaban los rituales funerarios.
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