El edificio, que albergó la Licenciatura de Farmacia, ha cambiado mucho desde que en 1987 se instalara la primera promoción de Políticas en sus aulas: «No teníamos teléfono en los despachos y había que bajar a la conserjería para hablar», recuerda Latiesa.

«Todo ha cambiado y para bien», afirma José Anguiano, de cuarto de Sociología. «La entrada ha quedado bonita y han quitado la pecera (un habitáculo de cristal con mesas y sillas para estudiar y situado en el vestíbulo). Era un infierno en verano y un congelador en invierno», recuerda.

La facultad, además, es cada vez más internacional y en un año ha duplicado el número de estudiantes Erasmus (venidos de otros países de Europa), superando los 260. «Tenemos un programa especial para reforzar el idioma tanto para los que viene como para los que se van», dice la decana. De este modo, aprender inglés, alemán o francés es fácil y barato en la facultad.

Los becarios de Relaciones Internacionales (dependiendo de su país de procedencia) son los encargados de enseñar su lengua a los compañeros que se marcharán fuera a finalizar la carrera y éstos, a la vez, instruyen en el español a los recién llegados.

La idea funciona y los profesores también han comenzado a recibir clases para que dentro de un año las asignaturas bilingües sean una realidad. «Somos como una familia donde no hay problemas, sino necesidades», comenta Latiesa.