Tuve la necesidad de pasar al terreno de la ficción porque en el periodismo no hay sitio para la imaginación y era necesaria para contar la verdadera realidad. Quería narrar lo que siente la gente de allí, los hombres y mujeres con nombre propio.

¿Por qué esa necesidad de transformarlos en ficción?

Da más libertad. El periodismo te exige determinados límites. He intentado hablar desde la piel del otro.

¿Hay alguna historia que no haya podido contar?

No. Lo que he buscado no es lo más atroz ni espectacular. He tratado de dar voz a los seres humanos que viven la atrocidad de la ocupación israelí y que para nosotros son, muchas veces, sólo cifras. Son personas con sus vidas y sus peculiaridades que tienen en común la ocupación.

¿Cómo se vive con la ocupación?

Destruye la vida, la cotidianidad. Se mete en el dormitorio y en la intimidad de las familias y eso es algo que no se transmite en las noticias.

¿Es un problema que tiene solución?

Sí, claro que la tiene, cuando se construyan dos estados diferenciados y la comunidad internacional obligue a que desaparezca la ocupación del estado palestino por parte del ejército israelí.

Bio.Nació en 1944 en Antziniega (Álava) y es licenciada en Filosofía y Letras. En 1981 comenzó a trabajar para medios de comunicación.