Marchas en Buenos Aires a cinco años del corralito y la caída de De La Rúa

A cinco años de la creación del "corralito", Argentina sigue revelándose al mundo como un país curioso y desparejo: mientras que la economía lleva un lustro de crecimiento ininterrumpido, las investigaciones sobre la brutal represión a las protestas de esos días podrían quedar impunes.
Una de las últimas marchas celebradas en Buenos Aires y convocada por los estudiantes (Foto: Efe)
Una de las últimas marchas celebradas en Buenos Aires y convocada por los estudiantes (Foto: Efe)
Carlos Alvear / Efe
Una de las últimas marchas celebradas en Buenos Aires y convocada por los estudiantes (Foto: Efe)

Varias organizaciones sociales tenían previsto marchar este miércoles a la sede del Gobierno para pedir justicia por los crímenes ocurridos tras la debacle económica de diciembre 2001. Los desbordes sociales de aquellos días terminaron con 19 muertos, cinco de ellos en Buenos Aires.

El 20 de diciembre de 2001, a las pocas horas de que el entonces presidente Fernando de la Rúa declarara el estado de sitio, miles de argentinos salieron a protestar en la Plaza de Mayo, punto neurálgico de la Ciudad de Buenos Aires en el que confluyen la Casa Rosada (sede del Gobierno), el Banco Central y la Catedral, entre otros edificios históricos. Tan sólo dos semanas antes, el gobierno había impuesto

el "corralito", un eufemismo utilizado para imponer severas restricciones al retiro de dinero de los bancos.

Aquel 20 de diciembre fatídico, la represión policial produjo en Buenos Aires cinco muertos y más de un centenar de heridos.

Entre los excesos ocurridos se descubrió que la policía utilizó balas de plomo, en lugar de las balas de goma que se encuentra obligada a usar en esas situaciones.

Tras una causa judicial escandalosa, los argentinos comienzan a descubrir que podrían no existir culpables oficiales por los excesos de esos días: sólo hay tres acusados por el asesinato de un manifestante y un único detenido, oficial de bajo rango, acusado de herir a otro.

"Tiren, no sean cagones"

Prueba de la locura vivida esos días fue la muerte del manifestante Gustavo Benedetto. Tenía 23 años y trabajaba como repositor de supermercados. Benedetto fue asesinado de un disparo en la cabeza que provenía del interior de una sucursal bancaria del HSBC.

Según testimonios recogidos directamente de la causa judicial y publicados en el diario Clarín, cuatro policías y el jefe de seguridad del banco, Jorge Varando, dispararon a a mansalva desde dentro del banco contra los manifestantes. "Tiren, no sean cagones", gritaba Varando según reproduce el periódico.

La Justicia comprobó que de aquella sucursal del BSCH salieron la friolera de 54 disparos en menos de 10 segundos. Pero un absurdo debate entre peritos expertos en balística contribuyó a la impunidad.

Tras un bodevill judicial, la Corte Suprema de Justicia dio la razón a uno de los peritos (el particular) y finalmente Varando fue exculpado. No se lo podía culpar a él si pudieron haber sido los otros, publica Clarín.

El corralito, el mayor atraco bancario de la Historia'El corralito fue, en rigor,

la estocada final a la paciencia de una sociedad que venía sufriendo desde hace varios años un desgaste provocado por la crisis económica, el deterioro social y el hartazgo de convivir con una parte importante de clase política inmersa en furibundos escándalos de corrupción.

Entre las medidas decretadas se incluía el congelamiento de depósitos bancarios y severas restricciones al retiro de dinero depositado en los bancos, con un irrisorio tope de 250 pesos semanales. La medida desató la ira de la clase media y marcó el comienzo del fin de una forma de entender la economía.

Meses más tarde, el periódico norteamericano Washington Post se referiría al corralito con lo que todos los argentinos ya sabían: se trató del "mayor atraco bancario de la Historia".

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