«Lo peor es que la medicina de hoy está deshumanizada»

En su corazón se lleva la memoria histórica del hospital Virgen Macarena, en el que ha trabajado los 32 años que lleva abierto el centro.
Luisa Garriga llegó como administrativa de a pie y se va como secretaria de dirección.«El Macarena es mi casa. Aquí me he sentido feliz, importante, útil y reconocida», afirma, orgullosa, esta veterana que este año se ha jubilado «voluntariamente». No es la única que se marcha. El hospital rindió el pasado lunes un homenaje a 77 profesionales que, como Luisa Garriga, finalizan su relación laboral con el centro.

Tres fechas históricas.

El día que empecé; el que se incendió el hospital, que fue muy triste; y cuando celebramos los 25 años.

¿Cómo fue su primer día?

Llegué el 30 de septiembre de 1974 a firmar mi contrato y el jefe de personal me pidió que me quedara porque había mucho trabajo. El hospital abrió dos meses después.

¿Cómo era su trabajo?

Todo se hacía a mano, la ficha personal, las nóminas.

¿Una anécdota?

¡Hay tantas! Cuando aún no había abierto el hospital, los estudiantes y otras personas celebraron una asamblea en el hall. Entraron los grises y la gente corría escaleras arriba. Recuerdo a un hombre que se quedó lívido, su imagen me impactó.

¿En que ha cambiado?

Ha mejorado en la estructura, en la estética. Ha empeorado en que hoy la medicina está deshumanizada.

¿Su máxima en la carrera?

He intentado siempre ser profesional.

Y ahora, ¿qué hará?

Voy al gimnasio dos días a la semana, estoy en el aula de la experiencia y quiero viajar.

Su asignatura pendiente...

Los países nórdicos y Argentina.

BIO

63 años. Casada y 4 hijos. Estuvo cinco años en el departamento de Personal y 27 en dirección, como secretaria de los sucesivos gerentes.

También se van...

Antonio Chaparro. Alergólogo. 65 años.

«He sido el encargado de contar a diario el polen de Sevilla, algo que seguiré haciendo hasta que forme a mi sucesor. Echo de menos la disciplina del trabajo, pero aún me quedan muchas cosas por hacer».

Carmen Romero. Limpiadora. 64 años.

«Cuando entré, hace 33 años, ganaba 5.000 pesetas al mes y me ponían una multa de 10 duros por no llevar un pañuelo en la cabeza. A los enfermos que se iban a morir les hacía reír. A mí me quiere todo el hospital».

Gustavo Marcher. Cirujano plástico. 65 años.

«Me llevo mil anécdotas. Una paciente me puso la mejilla del único lado por el que oía y yo le di un beso. Seguiré con la consulta, disfrutaré de mis nietos y retomaré el ajedrez».

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