Ni haber ascendido en la empresa desde botones a los 16 años hasta apoderado del banco le ha servido para mucho. En 2002, «el mismo año que me dieron un premio por cumplir los 30 años de antigüedad en la firma, me echaron», relata Jesús con pesadumbre.

Los amigos y la familia le ayudaron y se dedicó a realizar cursos de ofimática, prevención de riesgos laborales... «Menos mal que mi mujer es maestra interina y vivimos de su sueldo», explica abatido.

Al final, un amigo le consiguió meter en una caja de ahorros en 2004. Todo iba bien y desapareció su ansiedad, pero el pasado mes de julio recibió una carta de despido en la que le indemnizaron con el mismo importe que se ahorraron al contratarle por tener una minusvalía de hernia discal y una úlcera duodenal.

Excluido social

«Se hacen campañas institucionales para integrar a los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes en el mundo laboral, pero ¿qué pasa con los que nos quedamos sin trabajo con más de 40 años?», se pregunta indignado Jesús.

Dice sentirse rechazado socialmente y vivir dedicado a las tareas del hogar para que su mujer pueda estudiar para las oposiciones a maestra. Con lo que cobra de paro puede pagar la hipoteca, pero en marzo se le acabará y entonces será aún peor. «Estoy desesperado», concluye.

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Ni en un centro comercial

Que Jesús no encuentre trabajo en Murcia es el colmo de la desgracia. La Región es una de las comunidades donde más ha bajado el desempleo. En los datos de octubre tuvo una tasa de paro del 6,82%, frente a la tasa nacional del 9,13%. Sólo la reciente apertura de los centros comerciales de Ikea, Thader y Nueva Condomina ha supuesto la contratación de más de 10.000 trabajadores, pero «a mí no me cogen ni para dependiente», dice. «Sólo buscan gente joven», añade.