"Vivir en la sierra tiene algo que engancha. Ya no cambiamos esta vida por el estrés de Madrid"

  • Dos parejas cuentan el giro que ha dado su vida, al mudarse desde la capital hasta el pequeño pueblo de Santa María de la Alameda, en la sierra oeste madrileña.
  • Cristina y Javier han montado una casa rural: "A veces la soledad te cansa, pero no echo nada de menos. Este entorno te pone las pilas".
  • Pamela y Juan Carlos ofrecen cursos relacionados con la naturaleza: "Madrid está deshumanizada. Aquí estoy llena de vitalidad y paz interior".
  • Los pueblos madrileños reviven mientras las grandes ciudades pierden habitantes.
Cristina y Javier, en Las Herreras, la pedanía de Santa María de la Alameda donde residen.
Cristina y Javier, en Las Herreras, la pedanía de Santa María de la Alameda donde residen.
JORGE PARÍS
Cristina y Javier, en Las Herreras, la pedanía de Santa María de la Alameda donde residen.

Las Herreras (una pedanía de Santa María de la Alameda, en plena sierra oeste) celebró hace un mes el nacimiento de Rodrigo, el primer bebé que nace en el pueblo en los últimos 54 años. Sus padres son el vivo ejemplo de lo que está ocurriendo en la montaña madrileña: llegaron a la aldea huyendo del estrés de Madrid y están contribuyendo a la repoblación de la sierra.

Cristina y Javier también son unos recién llegados a Las Herreras. Ella era directora comercial de una constructora; él, jefe de cocina de un hospital. "Teníamos una vida cómoda, con buenos trabajos. Pero estaba un poco estresada y decidí dar un giro a mi vida. En principio me iba a coger un año sabático, pero vivir en la sierra tiene algo que engancha y nos quedamos aquí", recuerda Cristina. "Nos traen el agua en cisternas y a veces la soledad te cansa, pero no echo nada de menos", apunta Javier.

En las próximas semanas abrirán una casa rural municipal, en régimen de concesión. "Esto tiene mucho potencial turístico. Se pueden hacer rutas a caballo, recogida de setas, senderismo,... Aquí es posible ganarse la vida", cuenta Javier. Su lugar de residencia está en uno de los parajes más recónditos de la región madrileña, en el límite con Ávila. Aún así, no se sienten aislados: "En un momento llegas a El Escorial en coche. Y ahora, con Internet y el teléfono puedes estar en contacto con cualquier parte del mundo. Lo único malo es cuando nieva: ahí sí que nos quedamos encerrados en el pueblo", apunta Cristina.

Montaña abajo, en Robledondo, viven y trabajan Juan Carlos y Pamela. "Siempre pensamos que, al jubilarnos, nos compraríamos una casa en la montaña. Pero un día decidimos que no hacía falta esperar más y nos pusimos en marcha para cumplir nuestro sueño", asegura ella. "Ir a trabajar era horrible. Iba siempre con mi buen rollo, pero solo había malas caras y exigencias inhumanas", recuerda Juan Carlos. "Yo me di cuenta de que en Madrid iba caminando como zombie. Siempre seguía la misma rutina, me sentía como un robot guiado por la marea de gente. No quería seguir así", cuenta Pamela.

"Los abuelos se fueron y vuelven sus nietos"

Ahora, su nueva ocupación les llena de felicidad: "Damos cursos sobre elaboración de productos naturales, senderismo, recogida de setas... Ahora estoy llena de vitalidad y de paz interior", dice Pamela. El nombre de la empresa lo dice todo: El Espíritu del Bosque. Con ellos vive Marina, la madre de Pamela: "Siempre he sido una urbanita de pro. Tengo 71 años, pero me siento mucho más joven que cuando vivía en Majadahonda. Esto me ha dado la vida".

En Santa María de la Alameda ya se van acostumbrando a ver "caras nuevas", según su alcaldesa, Begoña García: "Los abuelos se marcharon a Madrid y ahora sus nietos vuelven, reforman las casas y viven de su huertecito. Aquí la vida es más sencilla... y más barata".

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