Por su parte, Óscar Urralburu afirma que en STERM se han recogido «muchos casos» de maestros que se ocupan de «sacar los muebles del aula cuando termina el curso o pintar ellos mismos las aulas para que su puesto de trabajo tenga buena imagen».
Antonio Espinosa es otro profesor. Da clases de infantil en el colegio de Santiago el Mayor. Su testimonio es esclarecedor: «En las pizarras de mi centro tampoco se puede escribir casi y los muebles son tan viejos que las sillas han perdido sus tacos y hacen mucho ruido cuando las arrastras; he tenido que comprar yo tacos para ponerlos».
Espinosa se enfrenta a otro problema: muchos niños de 3 años aún no controlan sus esfínteres y a menudo se hacen caca en clase. El profesor tiene un dilema irresoluble. «No es nuestra función limpiar a los niños, yo me niego en rotundo a hacerlo», dice Antonio. Así, tienen que avisar a los padres y hasta que lleguen, mantener a los niños sucios en el aula.
Antonio Espinosa relata otra profesión que les toca realizar a los profes: la de camarero: «Los niños ya no traen el bocadillo como antes, ahora se traen el Actimel, que se lo tenemos que abrir, o la manzana, que se la tenemos que pelar nosotros».
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Educación: «Son casos puntuales»
Educación no cree que los casos en los que los profesores arreglan desperfectos sean tan generalizados como dicen los sindicatos. Según fuentes de la Consejería, «son casos puntuales». Para el año que viene, la Dirección General de Enseñanzas Escolares contará con un presupuesto de 17.568.273 euros para gastos corrientes en los colegios. Es un 27% más que el de este año.
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