Los 'gorrillas' ya se extienden incluso por zonas de Madrid reguladas por parquímetros

  • Se ofrecen para cambiar el tique del parquímetro o avisar a los conductores si viene el controlador del SER, a cambio de la voluntad.
  • En los últimos meses, han empezado a operar en Capitán Haya, Almagro, Alonso Martínez, Pintor Rosales y Cuesta de la Vega.
  • El perfil del 'gorrilla' va cambiando: ahora proliferan los españoles y jubilados, como José 'el cambiatiques' de Plaza de Castilla.
Un conductor aparcando en la calle Guzmán el Bueno (Madrid).
Un conductor aparcando en la calle Guzmán el Bueno (Madrid).
JORGE PARÍS
Un conductor aparcando en la calle Guzmán el Bueno (Madrid).

Los gorrillas de Madrid han encontrado un nuevo nicho de mercado para potenciar su 'negocio'. Hasta hace poco, estas personas se dedicaban exclusivamente a 'ayudar' a aparcar a los conductores, indicándoles dónde había huecos libres para dejar el coche. Pero la crisis, como a todos, les ha obligado a dar una vuelta de tuerca.

Los gorrillas se están expandiendo a la zona SER (con aparcamiento regulado por parquímetros), donde ofrecen un nuevo servicio: cambian el tique de los coches cuando se excede el tiempo límite marcado por el parquímetro o avisan al conductor cuando se acerca un controlador para que retire su vehículo sin ser multado. A cambio, aceptan el pago de la voluntad.

Sus zonas predilectas de actuación siempre han sido los alrededores de los hospitales, principalmente, el Clínico San Carlos y el Ramón y Cajal. Pero ahora también se les puede ver habitualmente en la zona de Plaza de Castilla y Capitán Haya (Tetuán), en el entorno de Reina Victoria y Pablo Iglesias (Chamberí), en Alonso Martínez (Centro), en las calles paralelas a Almagro (Chamberí), en Pintor Rosales (Moncloa), en la Cuesta de la Vega (Centro), en Las Ventas (Salamanca) y el hospital de La Paz (Fuencarral), según cuentan controladores del SER, agentes de Movilidad y de la Policía Municipal. Todas estas áreas están encuadradas, precisamente, en los límites del SER.

No solo cambian de zona. También su perfil se está transformando: hasta el momento, principalmente ejercían esta práctica jóvenes  africanos y personas del Este de Europa; pero ahora proliferan los gorrillas españoles, padres de familia o jubilados con escasa pensión que encuentran en la mendicidad una forma de ganarse la vida.

"Pese a la mala imagen que tienen, suelen ser personas encantadoras. La gente se busca la vida de la forma que puede, y no molestan, no hacen daño a nadie. Mis compañeros coinciden en esta opinión positiva", explica Amaya Amilibia, representante de CC OO entre los controladores del SER. Además, "todos salen ganando: el Ayuntamiento sigue recaudando con el aparcamiento, los conductores pueden aparcar en zona verde sin tener que bajar constantemente para cambiar el tique y estas personas se ganan un dinero", añade Amilibia.

José, de 60 años, es uno de esos españoles golpeados por el paro que se busca la vida cambiando tiques de aparcamiento. Este hombre inspira tanta confianza en sus 'clientes' que, incluso, muchos de ellos le dan las llaves de sus coches: "Vienen habitualmente a los juzgados o trabajan aquí, así que ya me conocen. Ellos me buscan, me dan dinero para que les saque los tiques y me dicen que me quede lo que les sobra", cuenta José.

"No todos son agresivos"

El caso de José desmonta el mito de que los gorrillas son personas peligrosas. En ocasiones, los conductores les dan dinero "porque temen que les vayan a rayar el coche o pinchar una rueda, pero no tenemos constancia de que finalmente lleguen a dañar los vehículos si no se les da dinero", explican fuentes de los agentes de Movilidad. En cambio, sí ha habido quejas por la agresividad con la que operan algunos de ellos en los hospitales de La Paz y Ramón y Cajal. Desde el sindicato de policías nacionales SUP aseguran que también "es un mito que actúen explotados por mafias; puede haber algún caso, pero normalmente operan solos y llegan a acuerdos con otros gorrillas para repartirse las  calles".

Su actividad en la capital es alegal, es decir, no hay una normativa específica que lo prohíba, según asegura el Ayuntamiento. La Ordenanza de Buen Gobierno sí prohíbe la mendicidad, pero sin concretar qué prácticas serían sancionables. En cualquier caso, el área de Servicios Sociales está preparando una nueva Ordenanza de Convivencia para actualizar la anterior. Esta nueva normativa podría regular la actuación de los gorrillas, tal y como aconseja la Federación de Municipios y Provincias. En otras grandes ciudades españolas, como Barcelona, Sevilla o Valencia, se les  impone multas de entre 90 y 400 euros, aunque rara vez se llegan a cobrar.

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