El rockero de Nueva Jersey ofreció el primero de sus cinco conciertos en España con un espectáculo que, con todas las entradas vendidas, convirtió la arena de la plaza en una explanada del 'far west', para desplegar sobre el escenario, con tan sólo una lámpara, cuatro cortinas y los diecisiete músicos de la Seeger Sessions Band, el ambiente y la magia de un auténtico 'saloon'.
El autor de temas clásicos del rock estadounidense, como Born in the U.S.A o The River, prescindió de sus grandes éxitos para centrarse en su último disco, en el que homenajea al cantante folk Pete Segger que, perseguido por el Comité de Actividades Antiestadounidenses en los 40 y opositor de la Guerra de Vietnam en los 60, es un icono vivo de la canción protesta.
Springsteen versionó en el disco, y también ahora en el concierto -al que seguirán los de Valencia, Granada, Barcelona y Santander-, pequeñas gestas humanas de personajes como Old Dan Tucker, Jesse James o John Henry, con la que empezó puntualmente el recital tras la introducción de unos sones taurinos de clarín.
El concierto, que si no fuera por el impecable sonido y la abundante energía del 'Boss' y su magnífica banda, podría haber excluido al espectador que esperara oír una antología de los registros que lo lanzaron a la fama, echó su primera mirada retrospectiva con la tercera canción, Atlantic City, de su álbum Nebraska, de 1982.
Gran admirador de la cultura española, Springsteen se mostró cómodo, afable y esforzado con un público con el que bromeó en castellano con comentarios como "esta plaza de toros es muy bonita, pero espero que no saquen a los toros".
Tras interpretar uno de lo temas más celebrados de We shall overcome, la perla del folk O Mary Don't You Weep, Springsteen se colocó, para regocijo de los más nostálgicos, su legendaria armónica para interpretar uno de sus temas más añejos, Growin' Up, que fue una nueva excepción entre My Oklahoma Home, Mrs. McGrath o los ritmos contagiosos de Jacob's Ledder, una de las canciones más aplaudidas.
Sin embargo, y pese a que de su anterior disco, Devils and Dust, se reservó dos temas, entre ellos la balada íntima que dio nombre al álbum, el ambiente llegó a su cenit con el 'rock and roll' más neto de todo el repertorio, la vibrante Open all night, que hizo al público rugir, bailar y corear cada estrofa de la canción.
Las Ventas, caldeada como es propio de un concierto del 'Boss', mantuvo el nivel con Pay me my money down, tras la que despidió a toda su banda que, formada por cuerdas, viento metal y tres soberbios coristas, filtró, a pesar del folk dominante, emocionantes destellos de gospel y jazz a lo largo del concierto.
De esta manera, Bruce Springsteen, con la templanza de los clásicos y la lozanía de quien todavía tiene muchas sorpresas que ofrecer, cerró su modesto pero impecable espectáculo con unos bises para los que se reservó su mejor capacidad vocal en la balada My city of Ruins, en los que sobrecogió al público con su 'cover' melancólico y magistral del canto popular americano When the saints go marchin' in y que cerró con el tema que dio sentido a la reedición de We shall overcome, el pasado 3 de octubre, American Land.
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