Paskaljevic aboga por no olvidar el pasado para tener un "futuro real" en la cinta homenaje 'Al Nacer el Día'

El director, cuya obra ha sido hoy aclamada, cree que todos son culpables de que los gitanos se conviertan "en lo que fueron los judíos"
Nadarevic (izq) y Paskaljevic contemplan una foto en la presentación.
Nadarevic (izq) y Paskaljevic contemplan una foto en la presentación.
EUROPA PRESS
Nadarevic (izq) y Paskaljevic contemplan una foto en la presentación.

El director serbio Goran Paskaljevic ha abogado este viernes por no olvidar ni dejar de analizar el pasado para tener un futuro "real", tal y como lo plasma en su película 'Al Nacer el Día', en la que rinde homenaje a los judíos exterminados en el campo de concentración de Belgrado.

Paskaljevic, quien ha presentado en la Sección Oficial de la 57 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci) su último trabajo, recibido con aplausos y algún "bravo" por el público de Valladolid, aborda la necesidad de mantener presente el pasado a través de la figura de un padre que descubre ya de anciano su verdadero pasado y un hijo que no le da ninguna importancia.

"Los jóvenes ahora no tienen tiempo para recordar el pasado y en Serbia es un problema: si olvidamos y no analizamos el pasado no tendremos un futuro real", ha recalcado antes de explicar que su película, con la que luchará por su cuarta Espiga de Oro, se inspira en la historia real de su amigo Filip David, un escritor de familia sefardí con el que trabaja desde hace 40 años.

Los padres de David escondieron a su hijo en una granja durante la ocupación nazi de Yugoslavia previendo la desgracia y, tras unirse a los partisanos, volvieron a buscarle tras la guerra mientras que en el caso del profesor Misha, protagonista de la película, fue entregado a unos amigos de sus padres cuando éstos fueron mandados al campo de exterminio de Belgrado y éstos le consideraron un hijo, por lo que él no supo hasta muchos años después que había sido adoptado.

Es el campo de Belgrado, ubicado en el antiguo recinto ferial, el único escenario del Holocausto en Europa que no ha sido marcado como debería y que, abandonado, tal y como se muestra en la película, no ha sido objeto de su consideración como centro de la memoria por ningún gobierno pero en su mente la idea es clara: la planta baja debería e estar dedicada al Holocausto y la de arriba, a las víctimas, cuyos nombres se relatan en la película a través de un sueño del protagonista.

El cineasta serbio, quien ha mostrado su deseo de que el estreno de la película en su país, el próximo 24 de diciembre, despierte el interés por abordar la consideración de aquel campo, aspecto que no fue siquiera abordado por el mariscal Tito, ubica en el mismo escenario el exterminio de los judíos y los gitanos en la II Guerra Mundial y la situación por la que atraviesan los gitanos en la actualidad.

"Tengo la sensación de que en Europa y en el mundo los gitanos se están convirtiendo en lo que fueron los judíos: son los culpables de todo y no se han integrado en la sociedad como es debido. Y es culpa nuestra", ha aseverado el director, quien ha elegido la música como hilo conductor de su obra: el anciano músico llega al recuerdo de sus padres por medio de una partitura escrita por su progenitor en el campo y la emplea para rendir homenaje a los miles de personas —10.000 en aquel campo de concentración, 6.500 en cuatro meses— que murieron allí, pero sin la ayuda del hijo.

La música que alienta el recuerdo

La música, "universal" y único instrumento con el que se pueden superar todos los problemas es, para el director, el modo de recuperar el ánimo cuando está triste y para Misha, su vida: siempre se dedicó a enseñar música a quienes no podían, dirigía un coro y su hijo es un importante director de orquesta que, perteneciente a otra generación, no entiende el valor del pasado.

Pero el punto de arranque, el que saca da la luz la música, es una vieja caja que sus padres enterraron en el campo con una carta, una foto y la mencionada partitura que unas obras en el antiguo campo, en la actualidad una zona de chabolas, rescatan del olvido y que enfrentará a Misha a una nueva vida.

La música ortodoxa del inicio de la película finaliza con la judía del final, la que, acabada por Misha, es interpretada en recuerdo a los fallecidos y que está llena de emoción, según Paskaljevic, quien ha hecho un alegato en favor de las emociones, de las que despierta la película y las que ofrece la vida, y que a su juicio ha perdido protagonismo en l panorama cinematográfico mundial.

"Demuestren sus emociones... no hay que defenderse de ellas ni cuando se ve la película ni en la vida", ha recalcado tras recordar la crítica por el exceso de emotividad leída en un medio tras el paso de la obra por el festival de Toronto.

La realidad se apodera de muchos de los elementos de la película: la mujer que vive en las chabolas junto al campo reproduce un diálogo real con ella y el rabino es actor pero narra un episodio de su vida: la entrada y la muerte de sus abuelos en el campo.

Por su parte el protagonista, Mustafa Nadarevic, ha reconocido que para él sería "un gran premio" que finalmente hubiese un proyecto de construcción de un centro de la memoria en el campo de Belgrado y ha considerado "una maravilla" la posibilidad de participar en la película

"Nuestro trabajo está en la frontera de la esquizofrenia", ha recalcado en referencia a la labor de interpretación, en este caso en un largometraje cuyo proceso de creación ha sido complicado pero que, envuelta en sencillez, aborda temas como la soledad, la vejez y la búsqueda de la identidad encajados "de manera sencilla".

El director

Goran Paskaljevic nació en Belgrado en 1947 y estudió en la FAMU de Praga; el auge del nacionalismo en Yugoslavia le obligó a abandonar su país en 1992 y en 1995 consiguió la Espiga de Oro en la 40 Semana gracias a 'La otra América'.

Un año después protagonizó un ciclo en el festival, que editó el libro 'Goran Paskaljevic. La tragicomedia humana', de Ron Holloway; en 1998 regresó a su país para dirigir 'El polvorín', que participó en la 43 Semana y en 2001 volvió a participar en el festival con 'Cómo Harry se convirtió en árbol', para regresar en 2006 con 'Optimistas', que consiguió la Espiga de Oro, el premio al mejor actor para Lazar Ristovski y el Premio de la Juventud.

A finales de 2007, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) presentó una retrospectiva completa de su filmografía y en 2009 con 'Lunas de miel' se convirtió en el cineasta más laureado de la historia del certamen, al conseguir su tercera Espiga de Oro, además del Premio de la Crítica y una mención especial de la AECID.

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