Pacheco: "Los superhéroes nacieron para ofrecer un panteón laico a Estados Unidos"

Carlos Pacheco muestra uno de sus bocetos.
Carlos Pacheco muestra uno de sus bocetos.
JORGE PARÍS
Carlos Pacheco muestra uno de sus bocetos.

Por su intensa mirada azul, pícara y noble a partes iguales, pocos podrían adivinar su origen gaditano. La ilusión es efímera: en cuanto empieza a hablar, su acento –domado pero reticente– le delata. Sanroqueño hasta la médula, hace escasos meses cambió su casa junto al mar por un piso pelado de muebles en el madrileño barrio de Vallecas. No parece sentirse fuera de lugar en la capital, y es que Carlos Pacheco está lejos de ser un hombre de provincias.

Con sus lápices, pelea en primera línea en Marvel, la mayor fábrica de superhéroes del planeta con permiso de DC. Por sus manos han pasado justicieros de uno y otro bando: X-Men, Los Vengadores, Los 4 Fantásticos, Superman, Batman... Entre sus últimas obras destacan Ultimate Avengers, Ultimate Thor y Regeneration: The Uncanny X-Men, que han supuesto un reinicio del universo mutante.

Lo que sale de su mesa de dibujar se lee en todo el mundo. Sus admiradores se cuentan por millones. Madrid no es el corazón de la industria de la historieta, pero está cerca de cualquier parte, asegura. Y no echa de menos el mar: "Los de litoral somos capaces de meterlo en la mochila y llevarlo a cualquier parte".

Le gusta patearse las tiendas de cómics, ojear, charlar con la gente. Al guionista Chris Claremont, gurú de Marvel y pilar que cimentó el álbum de superhéroes actual, se lo llevó a comer atún con tomate en Sevilla. "Es un tipo muy majo", asegura. Por paradójico que parezca, Pacheco confiesa estar un poco desconectado de los superhéroes, al menos como lector.

Antes le enorgullecía su vasto conocimiento de los personajes, ahora se pierde. "Lo digo con tristeza, porque siempre han formado parte de mi vida, personal o profesional". Así es Pacheco, uno de los mejores dibujantes de cómic americano de nuestros días.

¿Qué hacía un hombre como usted estudiando Biología?

Eso mismo me pregunto yo. Supongo que uno es hijo del tiempo en el que vive, y pertenezco a la generación de Félix Rodríguez de la Fuente. Mi padre me dijo que tenía que hacer una carrera 'de verdad', con lo que quería decir que me olvidara de Bellas Artes. Tampoco yo tenía interés en el arte, lo que me interesaba era contar historias.

En aquel momento no consideraba que Bellas Artes fuera algo vital para mí –hoy creo que cada vez es más importante tener una formación artística o académica, porque el nivel ha subido de una manera brutal– y acabé en Biología. Por otro lado, soy de ciencias pero con cierta tendencia a divagar muchísimo y esta me parece la más filosófica de las carreras de esa rama: estudiar quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos...

¿Y después de terminar Biología?

Trabajé de profesor un tiempecito, incluso di clases de física, vectores y esas cosas, ¡qué horror! Empecé la carrera de aparejador y la dejé. En mis tiempos de estudiante de Biología me cogía mi mochila y me iba al Salón del Cómic de Barcelona. Allí conecté con historietistas de Madrid, el editor Mario Ayuso, Lorenzo Díaz... Hice carrera. Yo siempre digo que hice dos carreras, la de Biología y la de historietas. Conocer gente era importantísimo entonces, cuando querer dibujar superhéroes se veía como algo delirante.

¿Como llegó el gran salto?

Un amigo mío enseñó mis dibujos a un editor de Planeta y me llamaron. Hacían pósteres y portadas para las ediciones españolas de Marvel. En 1993, Marvel hizo una superproducción de tebeos que superó la capacidad de encontrar artistas y tuvieron que echar mano de la filial británica. Alguien en Inglaterra vio lo que hacía y me contrataron, además de a otros españoles como Salvador Larroca, Óscar Jiménez –me lo pusieron de entintador– y Pasqual Ferry. Entró muchísima gente de España, pero después solo pasamos a Estados Unidos Salva, Óscar y yo y, más tarde, Pasqual.

Y ahora son más de treinta los españoles que trabajan para Marvel y DC...

Yo ya no sé quién es español y quién no, no sé si yo mismo ya lo soy... [risas]. Te pierdes con los dibujantes españoles que hay en Marvel: David Aja, Emma Ríos, David Lafuente, Marco Martín, Pepe Larraz... Gente con un nivelazo impresionante, una formación y un talento brutal. Y con ese punto europeo que yo creo que siempre le va bien al cómic de superhéroes.

¿Y cuál cree que es la razón para que gusten tanto los dibujantes españoles allí?

Que hay agentes, ya no tienes que partirte el coco tú mismo. Pero la principal razón es que los estadounidenses se han dado cuenta de que en las 'provincias del imperio' hay gladiadores tan buenos como los que nacen en Roma. Cuando yo empecé a trabajar con ellos, notaba el recelo inicial de que fuera español. «A saber dónde está España –decían–. ¿Será capaz de hacer superhéroes americanos?». Luego empezaron a entrar profesionales de otros países, y se dieron cuenta de que dibujábamos Estados Unidos tan bien o mejor que los norteamericanos.

¿Cómo fue la primera vez que pisó la sede de Marvel en Nueva York?

Fue en 1988 y, sinceramente, mi primera impresión, tanto de Nueva York como de la sede de Marvel, fue deplorable. Había soñado toda mi vida con Camelot, y me encontré todo comido por la hiedra, la tabla redonda podrida y los caballeros borrachos. Marvel era una oficina llena de papeles con pósteres pegados con chinchetas. Allí no había nadie, no estaban los grandes a quienes  yo quería conocer porque trabajaban desde su casa.

La editorial podría definirse con tres palabras: papeles, caos y pánico, mucho pánico por parte de los editores. Aquello me decepcionó, aunque después me reencontré con Nueva York y con Marvel. DC es muy distinto, se nota la mano de Warner Bros. Tienen un edificio en Broadway, al lado de Times Square. Cada planta es temática: una para Batman, otra para Superman... Marvel siempre ha sido un poquito cutre. Se decía que en DC se celebran los éxitos con champán y en Marvel, con cerveza.

¿Stan Lee pinta algo por ahí todavía?

Stan Lee está con su vecino Hugh Hefner en su fiesta con conejitas... [risas]. No, no hace nada, de hecho tuvo un conflicto con Marvel hace unos años por la famosa frase Stan Lee presenta... que aparecía en las portadas. Siempre he pensado que es un personaje parecido a Walt Disney, en el sentido de que todo el mundo cree que Disney era quien dibujaba cuando en realidad ejercía más bien como un relaciones públicas. Hoy en día, ese es el papel real de Stan Lee. Su nombre en los tebeos daba la imagen de un padre protector que nos acogía.

¿Se masca la rivalidad entre Marvel y DC?

Su enfrentamiento es como el que hay entre el Barça y el Real Madrid: algo inventado para mantener unas rentas, para alimentar una cierta tensión entre los lectores._ Profesionalmente no hay ninguna; yo trabajé en Marvel, luego en DC y ahora estoy en Marvel otra vez.

Entonces, ¿no se toman a mal que alguien se pase a la competencia?

Se toman a mal que te vayas, no poder contar contigo. Pero se entiende. Siempre que se hagan las cosas bien, dando la cara y sin subterfugios, no tienen ningún problema.

¿Cómo se ha desenvuelto con el inglés?

Recuerdo que mis primeras conversaciones a distancia se basaban en un "Yes, yes, send me a fax". Hablar por teléfono en inglés era horrible, me sudaban las manos. Pero ahora echo de menos esas charlas telefónicas, porque se hace todo por correo electrónico. Me gusta que me llamen. Disfruto manteniendo una relación personal con la gente con quien trabajo, les invito a San Roque...

Teniendo en cuenta que los cómics son mensuales, ¿agobia el plazo de entrega?

Es como una espada de Damocles sobre la mesa, pero es parte de la profesión. Es una forma de trabajar muy distinta a la europea. Me da envidia cuando hablo con amigos como Juanjo Guarnido [autor de la saga Blacksad], que su editor le dice que no se preocupe, que le alarga el plazo.

¿Se pasaría al cómic europeo?

Me temo que ya soy demasiado americano...

¿Cómo ha sido dibujar iconos como Superman y Batman?

Es increíble, muy fuerte. Intenté hacer un Superman que me gustara a mí, y me siento muy orgulloso de mi trabajo, ¡hasta se lo ha leído Carlos Giménez! [autor de Paracuellos]. Superman es un héroe global e intenté encontrar los elementos icónicos del personaje. Creo que es un error cambiar el icono, como a veces se ha hecho.

¿Ha tenido alguna vez la sensación de cumplir un sueño?

Sigo teniendo esa sensación cada día, es algo que no me ha abandonado nunca. Con un añadido: que la meta la sobrepasé hace mucho. Soñaba con lo que podía conocer, el límite de mi sueño era dibujar en Marvel y ya está. Todo lo que me ha pasado después ha sido un añadido, cosas que nunca hubiera imaginado. Llega un momento en el que piensas: «Pero si soy un pringao de San Roque... ¿qué hago aquí?». Te sobrepasa, sobre todo cuando ves la dimensión de tu trabajo y la importancia que tiene para tantísima gente, incluso forma parte de su tejido nostálgico. Me he relacionado con personas que nunca hubiese pensado.

¿Y si le ofrecieran el mando de Marvel?

Ese es el mayor sueño de un aficionado, ser el editor jefe. Serías Dios, porque harías a los superhéroes a tu imagen y semejanza... En mi caso, no sé qué haría pero no se parecería en nada a lo que hay. Para mal, opinarían la mayoría de lectores. Tampoco se parecería a lo que había antes. Creo que el universo Marvel tendría que haberse reiniciado totalmente.

¿A qué se refiere?

Pienso que los superhéroes tiene un lapso de tiempo para crear un submundo lógico pero, una vez que se supera ese plazo, se convierte en algo incoherente e inconexo. Ver a la Cosa en la Segunda Guerra Mundial salvando la vida a JFK y ahora con Obama, con la misma edad... esa clase de incongruencias son consecuencia de mantener vivo tantos años a un personaje. Ahora los superhéroes se han convertido en una especie de marines, han perdido esa conexión con la vida que tenían en otra época.

No me identifico con ese concepto de superhéroe. Si yo fuera editor jefe de Marvel, contrataría a Chris Claremont para mi puesto y me retiraría acto seguido. Chris fue la semilla del cómic moderno, tuvo una visión global del mundo de los superhéroes, transformó la industria. Y fue el primer editor americano que contrató a un dibujante español: Esteban Maroto.

¿Cómo ve las películas de superhéroes?

Durante mucho tiempo el cómic fue el único terreno apropiado para ellos; cualquier intento de llevarlos al cine o a la televisión fracasaba, porque la tecnología no lo permitía. Solo nos interesaba a los aficionados. Eran la justificación de una afición onanista: se nos considera gilipollas porque nos gustan los superhéroes, pero en el momento en el que salen en una película y todo el mundo va a verla, el fan dice: "¿Ves? No era tan gilipollas como tú creías". A mí no me interesan las películas de superhéroes, sino el cómic y el cine. Me atraen los superhéroes porque son el último reducto que queda para el arte figurativo, para trabajar el escorzo, la anatomía... estos personajes no van vestidos con pijamas; van desnudos, con la piel pintada. Supongo que eso me hace sentir cerca de los prerrafaelitas.

¿Y por qué cree que a la gente le gustan tanto los superhéroes?

Supongo que por la necesidad compulsiva que tiene el ser humano de trascender la realidad. Nacieron para ofrecer un panteón laico a Estados Unidos. En una sociedad heteróclita, llena de gente de países y culturas totalmente distintas, los superhéroes se convirtieron en una mitología, un elemento de condensación, y eso es justo lo que les hace exportables, trasciende la cultura de aquel que los lee. En Grecia tenían sus dioses; en la Edad Media, a los santos; ahora tenemos los tebeos. Seguimos creyendo en las mismas cosas. Superman y Batman son Zeus y Hades, los dioses de la luz y la oscuridad. Responde al mismo patrón que nos dice que los seres humanos podemos hacer cosas más allá de lo cotidiano. También sirven para eso los futbolistas, pero son menos atractivos.

Trabajar para Marvel sin quitarse las pantuflas

¿Cómo se puede trabajar para una editorial como Marvel desde España? En realidad, todos los artistas que dibujan y escriben para esta lo hacen desde su casa. La sede de Nueva York es la oficina central, "el cerebro que nos conecta a todos", explica Pacheco. "Una vez sobrepasas un límite de distancia, da igual donde vivas, California, Alaska, Hawai o España".

El dibujante y el guionista plantean la idea del cómic por teléfono o mediante mensajes. El guionista escribe el guión entero y se lo envía al dibujante, que le va pasando las páginas escaneadas por internet. Según el guionista da el visto bueno, lo pasa al entintador, y del entintador a la editorial. "Obviamos al editor lo más posible, que es una fuente constante de problemas. Se lo damos hecho para que no dé por saco", asegura el gaditano.

Antes del milagro de internet, era otro cantar: "Teníamos que enviar el trabajo físicamente. Para mandar las páginas desde San Roque, utilizaba un servicio de mensajería muy sofisticado, FedEx, con flota propia de aviones, y en 24 horas estaban en Nueva York. Ahora, con un email, en cuestión de un minuto llegan al otro lado del mundo".

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