En un mundo cada vez más envejecido... ¿tiene sentido restringir la natalidad?

  • Varios expertos consultados por 20minutos.es opinan sobre la propuesta del recién reelegido alcalde de Bruselas de limitar la natalidad en la ciudad.
  • El socialista Freddy Thielemans justifica esta medida en la necesidad de "administrar la explosión demográfica" que, dice, vive la capital europea.
  • A propósito de la sugerencia, describimos un mundo en el que la población cada vez tiene más años porque la esperanza de vida crece y la natalidad se estanca.
Una fotografía de archivo de personas por la calle.
Una fotografía de archivo de personas por la calle.
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Una fotografía de archivo de personas por la calle.

La población mundial envejece cada año. Y las cifras, a la sombra de este fenómeno, hablan por sí solas: por primera vez en la historia, en el año 2000, había más personas mayores de 60 años que niños menores de 5 mientras las estimaciones para el futuro apuntan hacia el mismo sentido. Según el Fondo de Población de la ONU (UNFPA), en la próxima década, los mayores de 60 años superarán los 1.000 millones mientras que en 2050 las personas mayores de 60 años serán más que las menores de 15.

En un contexto así, 20minutos.es ha preguntado a varios expertos la pertinencia de propuestas como la que ha planteado estos días el recién reelegido alcalde de Bruselas, el socialista Freddy Thielemans, de limitar los nacimientos como medida para luchar contra la superpoblación que, dice, sufre la capital europea.

En plena campaña electoral, Thielemans aseguró que, ante el crecimiento progresivo de la población en la capital belga —que aumentó entre 2000 y 2010 casi un 13 %—, debía abordarse la limitación de los nacimientos "en el marco de la lucha contra la superpoblación" en Bruselas, donde, según sus datos, muchas familias tienen entre siete y ocho hijos.

En torno a esta cuestión, planteamos si es lícito exigir restricciones al número de hijos en sociedades democráticas o si tienen sentido en un planeta con una población cada vez más envejecida. El debate se amplía al describir la situación actual y preguntarnos si el envejecimiento demográfico es en sí un problema o si es posible amortiguar los efectos secundarios de la superpoblación del planeta.

Una propuesta "surrealista"

Las palabras del alcalde belga levantan ampollas entre los especialistas. Para el catedrático de Sociología de la Universidad de A Coruña Antonio Izquierdo la propuesta de Thielemans es, además de "una barbaridad desde el punto de vista demográfico", una medida "altamente censurable" en un estado democrático, ya que podría derivar en una "limitación de la natalidad selectiva" si lo que se pretende es restringirla solo entre los colectivos que crecen en Bruselas, en este caso de inmigrantes.

De la misma opinión es el catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid Gerardo Meil, para quien es "una locura máxima y surrealista" que se plantee desincentivar la natalidad desde un poder público en Occidente, donde la tasa de natalidad está por debajo del nivel que permite amortiguar el envejecimiento de la población, y por tanto, lograr un equilibrio entre jóvenes y ancianos.

Precisamente, los gobiernos de los países desarrollados actuán en la actualidad —al menos sobre el papel— en el sentido opuesto, impulsando "políticas de igualdad" orientadas a que la mujer pueda conciliar su vida laboral con la familiar y, como consecuencia, tener los hijos deseados.

No obstante, para los expertos consultados, esta premisa de la igualdad no es del todo cierta en países como España, que se sitúa a la cola de los países europeos en materia de conciliación laboral.

A juicio de Meil, los poderes públicos apenas proporcionan auténticos incentivos a la población española a la hora de tener hijos. "La percepción que tienen los ciudadanos es que el coste de tener hijos es muy grande, y que además de tener que asumirlo solos, apenas hay compensaciones. Un ejemplo de ello es que uno se pueda deducir de la renta un fondo de pensiones y sin embargo no se tenga en cuenta si se tienen hijos", sostiene.

La demógrafa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Teresa Castro es especialmente crítica al respecto. A su juicio, en España la tasa de fecundidad —que se sitúa por debajo de la media europea, con 1,4 hijos por mujer— es en gran parte consecuencia de la crisis económica, la precariedad laboral y la política actual "de cero ayudas". Según explica, las mujeres españolas tienen menos hijos de los que desearían porque "el coste de los hijos lo tienen que asumir por completo las familias" dado que las ayudas son "testimoniales" o "si las hubo en el pasado, se las han cargado".

Los nórdicos sí concilian

La situación es muy distinta a la que se vive en otros países europeos, especialmente en los nórdicos, donde la tasa de fecundidad ha experimentado un repunte en las últimas décadas, favorecida por las numerosas subvenciones estatales que los gobiernos otorgan a los padres.

Según Castro, la llegada de más bebés en estos países —donde la media en Noruega (1,98), Suecia (1,94), Finlandia (1,94) y Dinamarca (1,84) roza el "ideal deseado" de 2 hijos por mujer— tiene mucho que ver con los incentivos en estos países. En ellos, el permiso de maternidad y paternidad se comparte por un período muy superior al de España —de 16 semanas ininterrumpidas— , y se conceden además de numerosas subvenciones incluso durante la infancia de los hijos, además de permitir una flexibilización real de los padres durante su reincorporación laboral.

El paradigma es Islandia, donde las mujeres tienen más hijos de toda Europa (2,23 hijos por mujer) con políticas como el llamado 'modelo de 3+3+3', que consiste en la concesión de un permiso de paternidad de 3 meses, otro de maternidad de otros 3 y otros 3 que pueden disfrutar tanto la madre como el padre.

Los expertos —y las encuestas— sitúan en el polo opuesto a España, con una tasa de fecundidad que se situá a la cola europea y mundial (1,4 hijos por mujer), junto a otros países vecinos del entorno mediterráneo como Portugal (1,32 hijos por mujer), Italia (1,41) o Grecia (1,52), y otros del Este europeo, como Hungría (1,32) y Rumania (1,38).

En el caso de España, los datos se matizan si nos retrotraemos en el calendario ya que, tal y como subraya Meil, la "alicaída" situación de la natalidad española no siempre lo fue tanto. En los últimos años, la crisis económica truncó la recuperación de la fecundidad que se venía experimentando desde 1996, y que tenía su base fundamentalmente en la llegada de población inmigrante.

"El envejecimiento no es un drama sino un éxito"

A escala global, el resultado de sumar los 'mermados' índices de natalidad en un número creciente de países con el aumento de la esperanza de vida es incontestable y tiene un nombre: envejecimiento demográfico.

Si bien, según los expertos consultados, el fenómeno no tiene por qué ser un problema en sí mismo, si las sociedades se adaptan modificando algunos hábitos.

Para Antonio Izquierdo, lejos de ser un problema o "un drama, como a menudo se ve", es "un éxito de las políticas de desarrollo". En su opinión, el envejecimiento progresivo de las sociedades, que "difícilmente se podrá cambiar", plantea fundamentalmente dos retos: la necesidad de adaptar la actividad económica, la producción y el consumo, por un lado; y por otro, la de procurar que ese envejecimiento sea activo y que las personas lleguen a esa edad "sanas y con capacidades". La cuestión pasa, subraya Izquierdo, por adaptarnos a los nuevos tiempos, dado que "si cambia la población deberán cambiar las sociedades".

En la mísma línea, la UNFPA instaba a los estados, en el documento Envejecer en el siglo XXI: una celebración y un desafío, a emprender serios cambios en las políticas sociales, sanitarias y económicas para que "la gente pueda envejecer en todos los lugares con dignidad y seguridad".

Aun asi, en la actualidad, cuando se habla de envejecimiento, las alarmas saltan en seguida. El nerviosismo generalizado ante este fenómeno se explica quizá por su novedad. Y es que, tal y como apunta Meil, el envejecimiento se asienta fundamentalmente en dos factores relativamente recientes: en el avance de la ciencia y el progreso —y la mejora de las condiciones de vida de las personas, que hicieron caer en picado las tasas de mortalidad en el pasado siglo—, y en un concepto que solo existe desde hace 30 años: la "planificación familiar".

Según el sociólogo, el estancamiento de la natalidad —que favorece el envejecimiento de la población— se explica por el cambio de mentalidad que surgió durante la revolución sexual del 68, bandera de la libertad individual y de la convicción de que los hijos hay que tenerlos "solo cuando se reúnan las condiciones".

Las claves, el progreso y la distribución de los recursos

Junto al envejecimiento progresivo, la demografía del siglo XXI está marcada por otro hecho incontestable a nivel global: la superpoblación. Rebasada la cifra de los 7.000 millones de personas en el mundo, y con previsiones para las próximas décadas que no hacen sino engordar este dato, el crecimiento del planeta emerge como el gran reto de los gobiernos presentes y futuros. La pregunta que surge entonces es: ¿podrá subsistir el planeta si sigue creciendo el número de habitantes?

Para los expertos consultados por 20minutos.es, la respuesta es unánime: sí, siempre que los recursos se repartan de un modo adecuado y el crecimiento demográfico siga, como hoy, aminorado. De la misma opinión es la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), para quien el hambre no es un problema de recursos sino de su distribución, ya que, aseguran, "el mundo produce actualmente alimentos suficientes para todos sus habitantes".

Junto a la correcta distribución de los bienes del planeta, Castro e Izquierdo consideran también clave favorecer la desaceleración del crecimiento demográfico aunque "sin imponer limitaciones". Para Castro, el modo de lograrlo pasa, entre otras medidas, por aumentar la tasa de alfabetización de las sociedades y por dar las facilidades para que la gente pueda tener los hijos que desee, con un mejor acceso a los métodos anticonceptivos.

A juicio de Izquierdo, la contención de la natalidad, tal y como proponía el alcalde de Bruselas, llegará de manera natural si se plantea "sobre la base del conocimiento". En su opinión, desequilibrios como que las mujeres en los países desarrollados tengan de media menos hijos de los que desearían o que las de los países en vías de desarrollo conciban más de los que quisieran, se corregirán mediante el progreso. "Si una persona tiene las condiciones, un trabajo y una educación, no querrá tener ocho hijos", ha opinado Izquierdo.

"La cuestión no es echarle la culpa al crecimiento demográfico por el crecimiento demográfico sino en incidir en otras variables y, en el caso de los países ricos, en dejar de emplear tecnologías tan destructivas o de consumir de una manera menos voraz", ha apostillado el sociólogo.

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