En un platillo de la balanza: estaciones más amplias y mejor acondicionadas.
En el otro: trenes demasiado estrechos para el gusto de muchos usuarios. Y, por encima de ambos, una innovación: taquillas y taquilleros desaparecen y son sustituidos por una nueva figura que no vende billetes, la del
Su misión es informar y ayudar al viajero. Funcionan ya en Metrosur y trabajan sin cabina para ofrecer un "trato más cercano", según Metro.
Éstas son las novedades que los 260.000 usuarios diarios de la L-3 encontraron ayer, en el primer día laborable de la nueva línea.
Trenes: Aunque tienen un 60% más de capacidad que los antiguos (por la longitud de los vagones), a muchos viajeros les resultan estrechos.
Andenes y estaciones: Amplios y luminosos. El número de máquinas expendedoras, las únicas que venden billetes, es suficiente (en algunas estaciones, como Moncloa, hay 19) y los supervisores suplen sus carencias: sí venden, por ejemplo, el cupón mensual de los abono-transportes sin código de barras.
El pago con tarjeta de crédito no estaba activado ayer en muchas estaciones, según denunció CC OO.
Rapidez: El nuevo sistema permite una frecuencia de paso de 90 segundos en hora punta. Antes, el intervalo mínimo era de 2 minutos.
Confort: El ruido es excesivo, especialmente en Embajadores: los trenes emiten un intenso chirrido al coger la curva. Buena climatización.
Señalización: Bien, con excepciones como Legazpi, donde es confusa.
Accesibilidad: Hay ascensores en todas las estaciones, pero no funcionarán al 100% hasta noviembre.
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