Lula, del infierno de la corrupción al infierno de la segunda vuelta

Lula da Silva acaba de vencer en la primera vuelta de las elecciones de Brasil, pero tendrá que competir por la presidencia de su país con Geraldo Alckmin al no haber alcanzado el 49% necesario de los votos para ser reelegido.
Hace un año, las barbas de Luiz Inácio Lula da Silva casi ardieron en un infierno de corrupción y hoy, cuando todo vaticinaba su reelección, lo ha despertado la pesadilla de una segunda vuelta electoral.

A Lula, de 61 años, el primer obrero que llegó al poder en Brasil, la reelección se le escapó por un suspireo y deberá ir a segunda vuelta con el socialdemócrata Geraldo Alckmin, de 54 años, el próximo día 29.

Dicen analistas que su victoria fue impedida por el último escándalo en su entorno, surgido hace quince días y que implica a miembros de su comité de campaña en intentos de comprar un dossier con falsas acusaciones contra opositores.

Lula es un sobreviviente y así se define cuando recuerda su infancia y cuando en su familia faltaba dinero hasta para comida. Ahora, deberá volver a demostrarlo.

Ya superó una crisis

El año pasado, superó sin arañazos una de las mayores crisis de la historia republicana brasileña, pero no parece haber sido así con el escándalo del dossier, que le ha hecho perder apoyo sin pausa durante los últimos quince días.

Con su pragmatismo y su campechano carisma, Lula había salido ileso en el 2005 de un huracán de denuncias y hechos de corrupción que derrumbó como piezas de dominó a históricos líderes del Partido de los Trabajadores (PT) y ministros de su gobierno.

Hace un año, la oposición casi exigió su destitución, pero no encontró apoyo en las calles y no se atrevió.

Ante el desastre inminente, Lula se dijo traicionado, desmarcó al Gobierno del PT para dar ingreso al centro y la derecha, y hasta dijo que "jamás" fue "de izquierdas".

Ese pragmatismo y su sintonía con las masas, que le ven como un "hijo del pueblo" que habla su lengua y comete los mismos errores de dicción del hombre llano, le alejaron de los escándalos, pese a los ataques de una oposición que no dio tregua y al final le ha torcido el brazo, al menos hasta el día 29.

Dice que en esos "tiempos difíciles" recuerda su infancia y la miseria que amenazaba marcar su destino.

De hecho, la vida de Lula parece la de algún héroe de una de las lacrimógenas telenovelas que dice preferir antes que un libro.

Un trabajador llegado a presidente

Nació en 1945, pero no sabe si fue el 6, como dicen los registros, o el 27 de octubre, como decía su madre, muerta en 1980, cuando él estaba detenido en las cárceles de la dictadura.

Su padre, el campesino analfabeto Arístides da Silva, tuvo 22 hijos con dos mujeres: Lindu, madre de Lula, y Valdomira, prima de la anterior, con la que huyó a Sao Paulo cuando faltaba un mes para que naciera el actual presidente de Brasil.

Conoció a su padre cuando tenía cinco años y al trabajo a los siete, vendiendo tapioca, maní y naranjas en un muelle.

Fue limpiabotas y acabó la primaria en 1956. Fue el primero de la familia con un diploma, de tornero mecánico y único que puede colgar en su despacho.

A los 14 años se empleó como tornero y en 1966 entró al Sindicato de Metalúrgicos de Sao Bernardo, desde cuya presidencia lideró el mayor movimiento obrero de la historia brasileña.

En 1980, con la apertura política en medio de la dictadura, se juntó a trabajadores e intelectuales para fundar el PT, nacido trostkista y hoy escorado más al centro que a la izquierda.

Fue candidato presidencial en 1990, 1994, 1998 y 2002, cuando ganó con 52 millones de votos y un lema de "paz y amor" que enterró el radical discurso del desaliñado barbudo que pregonaba revolución.

La llegada al poder

En sus primeros meses de gobierno llevó a las primeras planas de la prensa la cara más africana de Brasil, hasta entonces oculta.

Viajó con su gabinete por las zonas más pobres del país, hizo sentir a sus ministros de "buena cuna" el olor de la miseria y puso en marcha unos vastos programas sociales que hoy atienden a once millones de familias.

En lo económico abrazó la ortodoxia. La izquierda, dentro y fuera del PT, le tildó de "neoliberal" y Lula simplemente la ignoró.

Quienes le criticaron desde el interior del PT fueron expulsados sumariamente, con el mismo pulso con que se hicieron las purgas que llevaron al partido del marxismo hacia el centro en quince años.

En la campaña se desmarcó del PT. En su propaganda ni siquiera aparecieron las banderas rojas con la estrella blanca que su esposa, Marisa Leticia, ayudó a diseñar en los años 80.

Ahora el lema ha sido "Lula de nuevo, con la fuerza del pueblo", pero se le ha quedado atragantado, al menos durante un mes más.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento