En las páginas que añadió en 2000, recordó las palabras que le dijo el cardenal de Polonia Stefan Wyszynski cuando fue elegido Pontífice en 1978: «La obligación del nuevo Papa será introducir a la Iglesia en el tercer milenio», y, teniendo en cuenta que cumplió ese año los 80, la edad de jubilación de los cardenales, le asaltó la duda de si no debería renunciar también él.
«A medida que el año jubilar avanza, se cierra el difícil siglo xx y se abre el xxi [...] y ahora en el año en que cumplo 80 años es necesario preguntarse si no es el tiempo de repetir, como el bíblico Simón, “Nunc dimittis servum tuum, Domine” (ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya)”.
En los últimos años fueron muchos los debates sobre si debía dimitir a causa de su mala salud, pero él siempre mantuvo que permanecería al frente de la Iglesia.
Estad alerta
En el testamento, que comienza con la frase «estad alerta, porque no sabéis qué día nuestro Señor vendrá», el Papa pide «perdón a todos» y destaca que fue la divina providencia quien le salvó el día del atentado de 1981.
«Desde el otoño del año 1989 –fecha de la caída del Muro de Berlín– [...] la última década del siglo pasado ha estado libre de las tensiones precedentes; lo cual no significa que no haya traído consigo nuevos problemas», señala el Pontífice, antes de afirmar que gracias a la «providencia divina» la Guerra Fría terminó sin el «violento conflicto nuclear».
El Papa agradece «al Espíritu Santo» por el «gran don» del Concilio Vaticano II, del que se siente «deudor». Juan Pablo II abraza a todos los Episcopados del mundo, a los hermanos cristianos no católicos, al rabino de Roma, Elio Toaff, y a las religiones no cristianas....fin de texto.
El testamento en...
¿En Polonia o en el Vaticano?
El testamento de Wojtyla revela que no descartó en 1982 que su funeral se celebrase en Polonia, aunque en un posterior retoque, tres años después, dijo que decidiese el Colegio Cardenalicio romano sin tener que contar con sus «compatriotas» (se refiere a la jerarquía eclesiástica polaca). Solicita además que se rece por él y expresa su deseo de ser sepultado bajo tierra (como Pablo VI) «y no en un sarcófago» de piedra. Además, no deja nada material y pide que se quemen todos sus apuntes privados. Por otra parte, Juan Pablo II tiene un recuerdo especial para todas las religiones. Su testamento concluye así: «En tus manos encomiendo mi espíritu».
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