La polémica sobre el cambio de fecha de la cremà fallera ha eclipsado su impacto en otro día simbólico: el 9 d’Octubre. El profesor de Geografía de la Universitat de València Josep Vicent Boira, autor del libro Valencia: La tormenta perfecta y firme defensor del protagonismo de la sociedad civil, cree que quizá “nos estemos pasando” con la subordinación de todas las decisiones políticas a la racionalidad económica, aunque se haga a costa de llevarse por delante referentes simbólicos que cohesionan toda sociedad, sea la estadounidense, la francesa, la española en su conjunto o la valenciana en particular.

¿Qué le parece alterar el día de la Comunitat para ahorrar?

En esto de las fiestas hay fechas y fechas. Resulta extraño alterar algunas asociadas a un día determinado, como el 9 d’Octubre, que se celebra desde hace siglos en Valencia. Pasa en EEUU con el 4 de Julio o en España con el 2 de Mayo. Tal vez no sea la mejor festividad para cambiar de ubicación en el calendario.

¿Qué caracteriza las celebraciones del 9 d’Octubre?

Se tiene constancia de su celebración en Valencia desde 1238, cuando aconteció la conquista cristiana de la ciudad con la entrada de las tropas del Rey Jaime I. Hay elementos curiosos: Canal 9 se llama así por el 9 d’Octubre, qué paradoja decirlo estos días [por los despidos en el ente público autonómico]. Es una tradición que, al menos, ya se celebró a los 400 años de la efeméride con grandes fastos, tal y como está documentado.

¿Cuál es su postura ante estos cambios?

Hay que mantener algunos arraigos colectivos. Yo soy favorable en general a agrupar festivos para aumentar la productividad, pero tal vez estemos exagerando un poco en el intento de racionalizar desde el punto de vista económico todas las decisiones. Un pueblo necesita sus tradiciones y a veces hay que pagar un precio por los referentes.

¿Hemos pasado de un extremo a otro en ese sentido?

Sí, hemos ido de un lado a otro del péndulo. Sin querer hacer un gran drama de esta situación, porque nos estamos enfrentando a retos que ponen en riesgo la propia existencia de la Comunitat Valenciana, ni entrar en grandes polémicas, estamos sacrificando cosas irracionales pero necesarias porque se basan en la tradición y determinados símbolos que hacen falta para cohesionar una sociedad a la que luego se le piden esfuerzos y eso también acaba repercutiendo al final económicamente.