Cuadros realistas invadidos por una críptica masa gris

  • El belga Stephan Balleux pinta escenarios de la vida diaria con la presencia constante de una mole informe.
  • La masa representa a la pintura y la convierte en un objeto tangible que cobra vida.
  • Con la mezcla de dos mundos, el artista busca la incomodidad del espectador.
Obra de Balleux, realizada en carboncillo y pastel sobre papel montado en aluminio
Obra de Balleux, realizada en carboncillo y pastel sobre papel montado en aluminio
Stephan Balleux
Obra de Balleux, realizada en carboncillo y pastel sobre papel montado en aluminio

La críptica mole grisácea que aparece en las obras del belga Stephan Balleux (Bruselas, 1974) es una presencia constante que ocupa las habitaciones y se relaciona con las figuras humanas: "Cada cuadro resulta familiar e inocuo a primera vista, pero extraño cuando lo miras de cerca".

El artista busca la incomodidad del espectador, que pierda la certeza de lo que es real y lo que no. La masa se entromete en un juicio, levita sobre una cama de matrimonio, se oculta tras un grupo de indígenas, se cae por un barranco...

Amante de las dobles interpretaciones, del equívoco y del truco visual, creó la misteriosa presencia informe para personificar la pintura: "Es el medio en sí mismo, que cobra vida y tiene su propia voluntad (...). Necesitaba hacer de la pintura algo que se pudiera tocar, sentir frente a uno mismo".

"Lo que ves es más de lo que ves"

Introduce la mole en escenarios realistas "casi banales" para situarla en la vida cotidiana de las personas. En la elaboración de ese entorno de normalidad se inspiró en libros, documentación y arquitectura del pasado: "La yuxtaposición de esos dos mundos crea una sensación extraña y extrañeza es lo primero que quiero lograr con mi trabajo. Lo que ves es más de lo que ves".

Con paisajes a menudo inspirados también en el cine de Hollywood anterior a los años 40, Balleux ve en el blanco y negro un registro cómodo porque "es el color de lo que ha pasado" y esos archivos forman un sentido común de la historia que aporta credibilidad al cuadro. Además, sin el color, el artista evita que el espectador se distraiga con demasiada información y se centre en la incomodidad de algo que resulta anómalo.

Nietzsche y kung-fu

En sus últimas creaciones se ha tornado más existencial. Balloux, asíduo lector de autores como Nietzsche, Sartre, Mircéa Eliade o Jean Genet ("también fan del manga, el rock and roll y las películas de kung-fu", matiza) se pregunta si su arte debe seguir tratando sobre la pintura o debería virar hacia la poesía, la antropología y la filosofía.

Un último cuerpo de trabajo lo ha llevado a tratar la idea del cuadro como objeto, a investigar qué se activa en nuestro interior para que una imagen nos cautive y otra no. Sus lienzos elaborados en porcelana, sin un motivo pintado sobre ellos y con las esquinas caprichosamente dobladas, lo ayudan a seguir cuestionando la realidad, la idea de lo que debe ser una obra de arte y cómo funciona la decepción frente a un cuadro que parece de mentira, con un material ajeno y sin nada en su superficie.

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