Una casa de tres habitaciones, cerca de las tascas, sin reformar, cuesta entre 500 y 700 euros de media al mes. Hace dos meses, 50 menos. La subida, según los jóvenes, no responde a mejoras. «Los pisos son un desastre», dice Laura Yepes, alumna de la UMU.
Pero los caseros argumentan que, si no suben sus precios, no les sale rentable alquilarla a estudiantes, «porque destrozan los pisos». Eso, añaden, sin hablar de los contratos.
Cuando los hacemos, a mitad del curso se va el inquilino y hay que volver a hacer otro, y lleva mucho papeleo y más gastos».
Los que comparten piso, por su parte, se quejan de que casi nunca les hacen contrato y de que las inmobiliarias les sangran con sus comisiones. Al final, les sale: un mes más la fianza para el casero y otro mes para la agencia.
Encima, los estudiantes no reciben ningún tipo de ayuda para alquilar los pisos mientras estudian. Santos Jiménez, del Servicio Municipal de Ayudas para el Alquiler, explicó ayer a 20 minutos que para conceder subvenciones hace falta tener unos ingresos mínimos.
Algo que a la estudiante de la UMU Inés López le parece «ilógico, porque olvidan que estamos estudiando».
Para conseguir un chollo por esta época, según las inmobiliarias, hay que buscar en las afueras o en el Carmen.
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Un 30% pasa de hacer contratos
Debido a la dificultad para hallar piso, los estudiantes se prestan a alquilar sin contrato. Los propietarios prefieren esta fórmula porque así se ahorran el pago de los impuestos. Esta práctica ilegal supone el 30%, según Antonio Soler, de la inmobiliaria Comprocasa.
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