La Sala de Exposiciones de Santo Domingo en Salamanca acoge hasta el 15 de julio la muestra del pintor vasco Ignacio Ipiña titulada 'Las huellas de Unamuno'.

La muestra, que han presentado el alcalde de Salamanca, Alfonso Fernández Mañueco, y la viuda del pintor, Blanca Sarasúa, está formada por 48 lienzos con paisajes y lugares relacionados con la vida y con la obra de Miguel de Unamuno, principalmente de Salamanca y de Bilbao, aunque también hay cuadros en los que aparece Fuerteventura donde el escritor fue desterrado y algunos municipios de la provincia salmantina que tuvieron reflejo en algunas de sus obras como Candelario, El Maíllo, Ciudad Rodrigo o La Alberca.

La exposición comienza en la Calle de la Ronda de Bilbao, testigo de su nacimiento. Continúa en la Calle de la Cruz, en la que vivió durante veintiséis años, además de los lugares por los que paseó durante su juventud como El cantón de las Siete Calles o Iturribide, las vistas de la Ría o el puente de San Antón.

En esta serie dedicada a la primera etapa de su vida se encuentra también un lienzo dedicado a Gernika, ciudad en la que vivió su mujer y al Caserío familiar en Ceberio.

La muestra continúa en Salamanca, las vistas de la ciudad, la casa en la que vivió, la calle Bordadores y la calle Compañía, la Casa Rectoral y la Plaza del Corrillo, lugares por los que paseó en "innumerables ocasiones", ha recordado el alcalde de la ciudad.

La exposición se completa con lienzos dedicados a municipios o lugares de la provincia salmantina que fueron descritos por él en obras como 'Andanzas y visiones españolas'. Ahí está la Peña de Francia, San Martín del Castañar, Miranda, Candelario, Béjar, Las Batuecas o El Maíllo.

Todos los lienzos de esta exposición son paisajes excepto uno, el que ocupa el lugar principal de la sala. Ese cuadro refleja el momento en el que Miguel de Unamuno fue expulsado de la Universidad de Salamanca. Era el 12 de octubre de 1936.

La pintura de ipiña

Todos los paisajes de esta serie pictórica son visiones actuales, ya que pertenecen a los primeros años del siglo XXI, con la característica de que, en esencia, "poco difieren" de los que contempló Unamuno.

Para Ignacio Ipiña (Bilbao 1932-2010) "el pincel era su pluma, entró en el mundo de la palabra por medio de sus lienzos para contar en directo lo que veía, porque no se conformaba con la máquina de fotos", ha apuntado su viuda.

Pero además era "un gran lector" y admiraba a Unamuno y un día tomó una decisión: "había que reencontrarse con Unamuno". En Bilbao ya lo había hecho desde su Casco Viejo, su calle de la Ronda donde nació, la calle de la Cruz, la de su juventud, su ría industrial de reflejos metálicos y fechas ya caducadas.

Así que Ignacio Ipiña buscó las huellas de Unamuno en su realidad salmantina. De esta forma se completó una vida en imágenes que se puede ver ahora en la Sala de Exposiciones de Santo Domingo.