Un minuto y diez segundos. Ese es el tiempo que Iggy Pop, 65 años, aguanta sin quitarse la camiseta en uno de los vídeos que ha grabado para promocionar su nuevo álbum, Après. Después, el mítico rockero comienza a deslizarse por su jardín meneando el busto moreno y animal, tan arrugado por  el estómago como tenso y musculado por los pectorales.

Iggy muestra el amplio jardín de la vivienda que tiene en Miami, un remanso de paz pese a que está muy cerca de una de las zonas más peligrosas de la ciudad.

El artista explica que cultiva allí verduras y que practica diariamente tai chi, esa disciplina que descubrió veinte años atrás gracias a un maestro coreano, cuando se encontraba "en muy mala forma". 

"En los últimos años me he ido apartando poco a poco de los escenarios y mi vida cada vez es más tranquila. Tenía que hacerlo, lo necesitaba", explica antes de asegurar que ahora lleva una existencia "tranquila, convencional, muy fácil" que incluye comer las hortalizas de su huerto y leer en el jardín.

Ese es el espíritu que ha inspirado su nuevo álbum, Après, donde interpreta grandes clásicos de la canción francesa e internacional. "Quería cantar la música lenta que me encantaba cuando era pequeño", afirma.

Así, el nuevo disco incluye versiones de temas como La vie en rose de Edith Piaf ("una canción que tiene mucho de verdad", opina) o What is this thing called love (Cole Porter). En total, diez canciones: cinco  y media cantadas en francés, y cuatro y media en inglés. Casi todas ellas dedicadas a historias de corazones rotos y amores perdidos. Algo totalmente opuesto a lo que ha significado la carrera de Iggy junto a los Stooges y una "liberación emocional" para el artista, indica.

No es la primera vez que el artista se transforma en crooner. Ya en 2009 publicó Prèliminaries, un trabajo de baladas en francés que sacó al mercado "harto de escuchar a un puñado de idiotas golpeando guitarras para hacer música mala".

El nuevo disco, Après, se puede adquirir en la página web vente-privee por 7 euros.