La mayoría de empleados en España (un 76,8%) se levanta los lunes por la mañana con "resignación" e indiferencia" a la hora de afrontar sus circunstancias laborales, según datos de la primera encuesta nacional sobre El estado emocional de las empresas españolas.

Además, casi el 60% de los trabajadores españoles consideran que su jefe es "un ser humano infeliz que suele pagar su malestar" con sus subordinados.

La investigación ha sido realizada en plena crisis económica —entre enero de 2010 y marzo de 2012 a más de 3.000 trabajadores pertenecientes a 171 empresas nacionales— por la consultora Koerentia, especializada en comportamiento y desarrollo organizacional.

El director de la investigación, Borja Vilaseca, afirma que "debido a la obsesiva orientación al lucro en el corto plazo, la inmensa mayoría de compañías promueven entornos laborales mecánicos y deshumanizados".

De hecho, el 78% de los encuestados sostienes que su empresa "trata a las personas como máquinas y números", y nueve de cada diez (95%) afirma que a la dirección "solo le interesa ganar más dinero" de manera cortoplazista.

Prueba de ello —contiúa Vilaseca— es que "gran parte de los trabajadores han dejado de creer en lo que hacen y no soportan a sus jefes". Como consecuencia, "están de cuerpo presente en su empleo, pero de mente y corazón ausentes", sostiene Vilaseca.

Según revela la encuesta, casi ocho de cada diez empleados reconocen "no estar a gusto" en su empresa, y admiten que si siguen ahí es porque no les queda otra.

Otro de los datos que arroja la investigación es que más de un tercio de los empleados encuestados se ven "en el paro" a lo largo del próximo año.

En cuanto a la flexibilidad de tiempo y la rutina del horario laboral, casi ocho de cada diez trabajadores dicen contar con un "horario rígido" que les hace sentir como "esclavos".

"Dado que las personas son el principal valor y activo de las organizaciones, ¿cómo pretendemos que España mejore sus tasas de innovación, creatividad, eficiencia y productividad si los profesionales mantienen una guerra invisible contra sus empresas?", concluye Vilaseca.