Es un modelo alternativo a las convenciones sociales, una mirada estrafalaria cargada de exotismo. El circo es un micromundo entre atractivo y oscuro, tan amado por llevar el entretenimiento a cualquier pequeña población como estigmatizado por explotar animales o ser la única salida en el pasado para seres humanos desterrados de la sociedad por ser diferentes.

Tal vez por su carácter estético o porque siempre ha jugado con la moral, la lógica y las normas, el circo ha subyugado a los artistas. La exposición Parallelwelt Zirkus (El circo como universo paralelo), en la Kunsthalle de Viena (Austria), se adentra en las interpretaciones que los creadores han hecho del espectáculo en las últimas décadas.

La instalación artística de Jeppe Hein consta de una pequeña carpa que se ilumina con la fuerza de una bicicleta estática, Daniel Firman esculpe en Nasutamanus -su trabajo más reciente- un elefante con la trompa incrustada en la pared.

La muestra incluye obras de artistas que a menudo han buscado la inspiración en el circo durante buena parte de su carrera, como es el caso del artista pop Peter Blake. La Kunsthalle de Viena proyectará también El circo (1928), de Charlie Chaplin, y extractos de películas de Federico Fellini, que veía el espectáculo no solo como un entretenimiento, sino como una interpretación de la vida y del mundo.

Las fotografías de payasos en escenarios surrealistas de la artista Rona Yefman y las esculturas de Erwin Wurm tratan la figura de Augusto, el payaso que desencadena las catástrofes. Los trabajos de William Wegman ilustran el entrenamiento de los animales que actúan en la carpa. Ulrike Ottinger se adentra en la extrañeza de los que durante mucho tiempo fueron cruelmente llamados freaks.

Fotos de Diane Arbus y sus personajes marginales, obras de Matthew Barney y de Julien Bismuth completan una colección de impresiones de la idea colectiva que tenemos del circo.