Sin embargo, los problemas se remontan tres años atrás. «Hay una vecina que desde entonces nos ha denunciado de forma continua porque le molestaba la gente hablando en las terrazas o que los profesores tocaran la guitarra», explica Martín.
Entonces, el Consistorio les prohibió estas clases «y dejamos de darlas», pero «esta mujer no paró».
Hace un mes, inspectores municipales midieron los decibelios del aula de baile «y estaba –expresa el dueño– dentro del límite permitido». «También nos dijeron que teníamos que hacer un proyecto para legalizar dos aulas nuevas», que ya ha sido presentado.
Dispuesto a solventar las deficiencias, Martín insiste: «Esto no es una actividad molesta, al contrario, creo que le hacemos un bien al barrio y otros vecinos nos apoyan».
70 jóvenes extranjeros estudian nuestro idioma en este centro ubicado en un carmen del Albaicín.
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