Miguel Ángel Silvestre: "No estaba listo para el éxito, necesité silencio y serenidad"

  • Estrena 'Lo mejor de Eva', donde encarna a un gigoló que seduce a Leonor Watling.
  • "La propia vida pone a tu lado a la gente con la que tienes que estar. Es instinto".
Nació en Castellón en 1982. Su papel del Duque en Sin tetas no hay paraíso lo catapultó a la fama en 2007. Tiene pendiente el estreno de The Pelayos y Todo es silencio.
Nació en Castellón en 1982. Su papel del Duque en Sin tetas no hay paraíso lo catapultó a la fama en 2007. Tiene pendiente el estreno de The Pelayos y Todo es silencio.
GTRES
Nació en Castellón en 1982. Su papel del Duque en Sin tetas no hay paraíso lo catapultó a la fama en 2007. Tiene pendiente el estreno de The Pelayos y Todo es silencio.

Le llaman MAS. Y sí: es más humilde, más espontáneo y más simpático de lo que imaginan. ¿Que si, encima, es tan guapo como parece? Pues para qué engañarnos... Sí. Y más.

Última entrevista del día...

Uff, sí. ¡Estoy harto de oírme!

¿Qué llama más la atención de 'Lo mejor de Eva'?

La relación entre Leonor y yo. Y te lo digo: es muy fácil tener química con ella, porque no solo me gusta como actriz sino también como mujer. Y mucho, porque es un pedazo de mujer, un rock’n roll.

¿Cómo son sus personajes?

Ella es una jueza, y yo un gigoló. Pertenecen a dos mundos tan distintos que solo pueden entenderse en la cama.

¿Cómo se encarna a un gigoló?

Es difícil. Como lo es transmitir que una mujer se enamore de un tipo así, porque ellas nos ven a la legua. Un hombre se enamora en el acto, de un flechazo. Pero al revés...

¿Qué hay de usted en el papel?

Muy poco, y eso era lo más divertido. Si acaso, que él iba para nadador y una lesión lo apartó de su sueño, y a mí me pasó lo mismo. Jugaba al tenis, me lesioné en el hombro en Budapest y tuve que dejarlo.

No conocía esa historia.

Sí. Iba para tenista, pero me lesioné con 18 años y se acabó el tenis. Una putada.

Tampoco le ha ido tan mal.

Esa es la suerte... La vida tiene muchas motivaciones escondidas. Pensé que nunca encontraría nada que me llenase tanto, y ahora fíjate.

¿Cómo llegó a ser actor?

Estudié fisioterapia, y me pagaba las clases dando masajes, encordando raquetas, dando clases de tenis y como camarero en restaurantes, bares y discotecas. Era para ganar pasta, pero sobre todo para llenar un vacío. Hasta que, por casualidad, vi una clase de teatro que daba mi tía, y me gustó.

Se encontró a sí mismo, al final.

Sí. Después de todas las carencias e ilusiones rotas que me había dejado el tenis, esto me dio mucha fuerza.

¿Qué más le da la actuación?

Todo. Comprender a mis personajes me ha hecho ver que todos somos víctimas de una infancia, de la gente que te ha rodeado. También me gusta compartir vulnerabilidades, miedos o inseguridades con compañeros. No solo haces películas: también amistades.

El tenis, el teatro y, de pronto, el éxito. ¿Cómo lo llevó?

Para serte sincero, me pilló muy desprevenido. No estaba preparado: negaba que me estuviera pasando, fingía normalidad, pero es verdad que todo cambia de la noche a la mañana. En ese momento necesité serenidad, silencio, tomar distancia y relativizarlo todo. De eso se trata al final: de quitarle hierro.

La prensa, las chicas... Difícil.

Tenía 24 años, pero, por suerte, mis amigos de toda la vida me cuidaron mucho. Respecto a cómo diferenciar a la gente buena de la mala... La propia vida pone a tu lado a la gente con la que tienes que estar. Confío en mi instinto.

Ahora es una estrella del cine. ¿Y después? ¿Qué pasará?

Esa es la historia, porque esta profesión es así: de pronto estás con mucho trabajo, y después te pasas un año sin recibir una llamada. Por eso es importante tener aficiones y otras motivaciones. Sigo estudiando interpretación, me gusta mucho la fotografía, me apasiona practicar deporte... Intento buscar otras cosas, pero lo que más ilusión me hace es trabajar, y tengo suerte de poder hacerlo.

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