Los Príncipes y su niña llegaron a las 11.15 horas al templo, donde los recibieron el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y los frailes dominicos del convento.
Leonor entró en el templo, muy despierta, en brazos de su madre, con un faldón blanco adornado con lazos y una cruz al cuello con una cadena de perlitas, no llevaba pendientes. No lloró, miraba curiosa a sus padres, a los curas, a los 200 fieles que había en el interior, a todas partes, no se perdía detalle. Tras rezar una salve, en una ceremonia muy corta, los Príncipes elevaron a su primogénita ante la Virgen. Entonces, las personas que estaban en la iglesia suspiraron con admiración al unísono, «ohhhhhhhh», lo que provocó risas, incluidas las de los Príncipes.
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