Se esfuerza por defenderse en español, pide a la gente que hable más despacio y se pone nerviosa al construir frases. «En mi país, la gente no sabe ni necesita hacer sushi. Lo hay en el supermercado y en todas partes. Mi jefa, Mayumi, me enseñó a hacerlo en España. Te tienes que marchar de Japón para hacer sushi», dice riendo.
Con el pelo recogido en una minúscula coleta y delantal oscuro, cuenta con alegría por qué decidió venir a España: «Cuando tenía 17 años vi por primera vez un espectáculo de flamenco. Sentí emoción. Empecé a bailar en Japón, pero quiero aprender aquí. Allí no hay pasión y la pasión es flamenco».
El objetivo de Yuko es ser profesora de flamenco en Japón, poder vivir del taconeo de sus zapatos. De 14.30 a 17.30 h cierra el puesto y sólo tiene que subir dos plantas. En el mismo edificio, como abierta especialmente para ella, está la sede de una escuela de flamenco.
Practica una o dos horas diarias y, aunque se queja del calor, no falta ni un solo día. Lo que más trabajo le cuesta es seguir el compás. La música japonesa no tiene ritmos parecidos y, para acostumbrarse, tiene que escuchar a José Mercé y Niña Pastori continuamente en su aparato de música. En Japón trabajaba en una oficina y sólo podía bailar una vez a la semana: «Estaba triste. Prefiero tener un trabajo normal y poder bailar todos los días que ganar más dinero».
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