Se analizarán cuatro materias: lengua, matemáticas, inglés y conocimiento del medio, las más importantes. Cada una de ellas tendrá un cuestionario que deberá responderse en 30 ó 35 minutos. La mayoría de los estudiantes lo hará en lápiz y papel, aunque también unos cuantos lo responderán con ordenador para ver «su influencia en el rendimiento», según Sánchez.
A cada centro elegido llegará uno de los 40 encuestadores contratados con los exámenes en un sobre cerrado. Ellos serán los encargados de elegir a los niños (no todos los que hay en la clase) y entregarles el cuestionario, diseñado por la Universidad Pontificia de Salamanca. Ningún profesor podrá ver la prueba ni tampoco cuidará la clase mientras se realiza para evitar «una posible contaminación de los resultados».
Las primeras conclusiones provocarán cambios en el sistema educativo desde el próximo curso, aunque se harán más modificaciones cuando el estudio se haga completo, en diciembre.
Medir la implicación en el estudio
Los padres de los estudiantes seleccionados también deberán contestar a una serie de preguntas para conocer cuál es su implicación en la educación de su hijo y en las tareas que deben hacer en sus hogares. «Queremos saber cuál es la influencia que tienen en el rendimiento de los menores», según Sánchez-Pascuala. Además, los profesores harán otro examen en el que tendrán que describir cuáles son sus metodologías de trabajo en clase y cómo es la relación con sus alumnos. Esta parte también será anónima.
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