El pintor estadounidense Kenton Nelson (Los Ángeles, EE UU, 1954) es un maestro del momento apacible e íntimo. Sus cuadros más recientes, llenos de rutinas diarias y escenas domésticas, se exponen estos días en la galería Nikolaus Ruzicska, en Salzburgo (Austria).
Los paisajes y las figuras de la obra de Nelson están bañados en luz, resplandecen de un modo teatral. En las líneas rectas de las construcciones hay una intención geométrica, combinada con las formas redondas de la naturaleza.
Lleva 35 años pintando en su estudio de Pasadena (California) y se considera un heredero del regionalismo y del arte estadounidense de los años treinta, impulsado durante la Gran Depresión por el New Deal.
Las mujeres no se despeinan
Pero el mundo artístico del pintor californiano siempre es la década de los cincuenta. La arquitectura, el mobiliario, la ropa inmaculada y los cuidadosos peinados trasladan al espectador a ese momento de la historia, conocido y al mismo tiempo extraño. Sabe jugar con la nostalgia y crea la sensación de que todos guardamos un recuerdo de infancia de esa época, independientemente de cuántos años tengamos.
En cada escena hay una sensación constante de control y esmero que no se limita a la perfección técnica. Las mujeres no se despeinan en la playa, los delantales de las amas de casa permanecen blancos. Los objetos son funcionales y sencillos: una toalla, una cuchara de madera, una escoba y un recogedor...
Nelson fija su mirada en esos utensilios diarios que nadie se para a observar y les otorga la atención momentánea de la luz que entra por la ventana.
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