Fundado en 1956 e inaugurado ese mismo año por el príncipe Bertil de Suecia como lugar de hermanamiento entre pueblos, ha sido lugar de hospedaje de escritores y cineastas. Un ejemplo esencial: a la entrada, antes del hall, una placa conmemora el entusiasmo de Ernest Hemingway al vivir aquí al final de los cincuenta. En otras palabras: el Suecia es un clásico básico.
Jaime Ludeña entró a trabajar como camarero en la cafetería del hotel en 1971. Las ha visto de todos los colores y cuando habla de Carlos Barral y de Torrente Ballester, un velo de nostalgia le atraviesa los ojos. Al ver una foto de Julio Cortázar en la portada de un libro añade: «Este señor también vino mucho por aquí».
Ninguno de los 54 trabajadores esperaba el cierre, ordenado por el propietario, el empresario sueco Hans Tullin. Sospechan que el edificio será vendido al mejor postor «a lo mejor para hacer apartamentos de lujo».
El agradecido Sábato
El recepcionista Juan Pablo García, que lleva 16 años en el puesto, se hizo amigo de uno de los escritores que frecuentaban el Suecia, el argentino Ernesto Sábato. En el último libro de éste, Diarios de mi vejez (2004), el escritor rinde homenaje al recepcionista: «(El hotel) es nórdico, pero en Madrid. Esta combinación suena bien, aunque parte de mi gran pasar se lo debemos a Juan Pablo y a los demás muchachos de la recepción».
Juan Pablo también oyó las últimas palabras de Pitol al quedarse sin hotel: «¿Y qué hago yo ahora?».
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