Una leyenda, aunque algo arrugada, pasea estos días por Madrid: David Hasselhof, el Michael Knight de El coche fantástico o el Mitch Buchanan de Los vigilantes de la playa está en la capital española para rodar Fuga de cerebros 2, comedia juvenil donde encarna al padre de un jugador de fútbol americano. "La primera parte me gustó mucho", explica el actor, "pero mostraba el choque entre la cultura española y británica. Esta segunda se centra en el encuentro entre españoles y estadounidenses, y por eso me eligieron a mí: al ser muy conocido, podía representar la cultura de mi país".

Cumplidos los 59 años, Hasselhof conserva la figura y el pelo, pero el paso del tiempo ha hecho también sus estragos. Maquilladísimo y con un discurso, a veces, algo inconexo, el actor aprovecha la menor oportunidad para hablar, como cualquier padre orgulloso, de sus dos hijas. "La primera canta tecno-pop, como Lady Gaga", asegura, "y ya ha cantado ante miles de personas. Estoy feliz de ser su padre y manager", afirma el actor, que también vivió días de gloria, sobre todo en Alemania, como cantante.

¿Qué consejo puede darle a sus hijas esta gran estrella del espectáculo que, como tantos otros, vivió días díficiles debido a su adicción al alcohol? "Lo primero", afirma, "que no entren en este negocio si tienen miedo a ser rechazadas. Exige mucho trabajo y un sacrificio increíble: ya las he dicho que no puedo comprarlas una carrera, aunque sí puedo llevarlas hasta la puerta. Que ésta se abra sólo dependerá de ellas". Con su voz cavernosa, Hasselhoff también explica que "en este negocio no hay que ser un espectador, sino participar. Ir a un plató como extra, como lo que sea: alguien, siempre, puede fijarse en ti. El espectáculo es un viaje constante, en el que nunca dejo de aprender".

Él, por ejemplo, aprovecha estos días para intimar con una cultura española que le resulta "admirable". Conoció Madrid hace más de 20 años ("ya ni me acuerdo", bromea), pero también ha estado en San Sebastián y Toledo, de la que cuenta alguna que otra anécdota difícilmente creíble. En el futuro quiere conocer Barcelona ("amo su arquitectura"), Mallorca ("iría a dar conciertos para los alemanes, porque mi música les encanta") y, más a corto plazo, una discoteca madrileña: "Mis hijas me han hablado muy bien de Pachá", explica sonriendo, "así que quizá el miércoles tenga una fiesta allí".

Tras hacer dinero en musicales teatrales (se subió a las tablas para protagonizar, por ejemplo, Chicago), Hasselhoff sueña con poderse coger unas vacaciones ("llevo dos años sin ellas", asegura), pero no para de enumerar sus planes: volver a la televisión con una serie sobre detectives y, sobre todo, hacer una gira por EE UU y Reino Unido con un espectáculo musical donde todo gire en torno a él. "Se llamará Una noche con David Hasselhoff", explica, "y recorrerá mi vida a través de fotografías de mi carrera y las canciones románticas que más me gustan. Yo sólo, con un piano, y el público".

KITT debe estar ya oxidado, y el musculoso torso que salvaba vidas en la playa se antoja lleno de canas. No importa: Hasselhoff sigue vivo y, además, entre nosotros. Permanezcamos atentos, porque puede cruzársenos en la noche madrileña o en los aledaños de la Plaza Mayor, donde cena cada día.