Llevaba muchos años con relatos cortos y necesitaba contar historias más largas. Tenía escrita la mitad de la novela desde la década de los ochenta y un día cayó en mis manos el libro Se enciende y se apaga una luz, de Ángel Vázquez, y me picó para continuarla.

¿Qué encontró en ese libro?

Me sentí muy identificada como escritora y me impresionó mucho.

Esa parte ya escrita, ¿tuvo que modificarla o aguantó el paso del tiempo?

No tuve que reformarla. Los problemas que trato son siempre los mismos, aunque lo que sí ha cambiado es el punto de vista y la educación.

Ha elegido un matriarcado, algo que no es muy común en una sociedad dominada por el hombre.

Sí, es cierto, pero la novela es pura ficción. Además, hay mujeres castellanas, de nuestra tierra, que han tenido y tienen un carácter muy fuerte.

¿Por qué eligió a mujeres como protagonistas?

El universo femenino siempre me ha interesado mucho. Quiero conocer sus problemas y difundirlos. Todo el mundo sabe cuáles son, pero no siempre se les hace caso.

¿Y el título?

Siendo adolescente estuve en un internado de monjas francesas que me permitieron leer en español a todos los autores rusos. Su forma de escribir y sus historias me impactaron. Me parece que esta muñeca tiene muchas connotaciones de dominación y por eso la elegí.

¿Qué es para usted la escritura?

Es como el comer y el respirar. Pero eso me pasa tanto con escribir como con leer. Soy adicta a la lectura.

¿Cuántos libros lee?

Pues uno al día. Paso mucho tiempo en el autobús y lo aprovecho.

¿Tiene algún libro que le haya marcado?

Muchos, pero sobre todo Se enciende y se apaga una luz, de Ángel Vázquez.

Bio. Nació en Bogajo (Salamanca) y vino a Valladolid en 1972. Ha ganado varios premios con sus relatos cortos.