Una vez cruzado el charco, trabajando en bares, vendiendo, limpiando y hasta "haciendo bombones de dulce de leche en habitaciones alquiladas", ahorraba y se tomaba un tren hasta la próxima ciudad. Hasta que llegó a España.

"Iba para Marruecos, pero en Sevilla unos amigos que trabajaban en un mercadillo me ofrecieron colaborar con ellos", recuerda.

España, la "calidez y humildad de su gente" –y el nuevo amor por una bailarina de Pamplona– lo atraparon.

Hace frutos secos garrapiñadas

Me sentía muy a gusto; hay un puente aéreo espiritual entre Buenos Aires y Madrid que nos une ". Finalmente se asentó en Aranjuez y transformó su antigua tarea de hacer dulces en una fábrica exitosa de frutos secos garrapiñados.

Ahora ya no está tan a gusto. "En los últimos tres años siento que algo cambió. La gente ya no es igual. Se aprovechan de las necesidades sociales, como la vivienda, cobrando unos precios exorbitantes, o la mano de obra barata de inmigrantes con hambre".

"No sé si me quedaré. Ahora aquí es casi tan duro vivir como cuando me fui de Argentina".

Argentina