González Duro recorre en un libro los negocios editoriales y de comunicación de Polanco, "hombre clave en la transición"

Una biografía transversal que desvela cómo y con qué amistades se levanta un imperio mediático, ahora "en trances de desaparecer"
Enrique González Duro
Enrique González Duro
EP/GRUP62
Enrique González Duro

El escritor y psiquiatra Enrique González Duro acaba de publicar 'Polanco. El señor de El País' (Editorial Península), una obra en la que realiza un recorrido por los negocios editoriales y de comunicación del magnate Jesús Polanco, "hombre clave para entender la transición española con su periódico", El País, además de realizar un paseo por la política reciente y sus interioridades.

En una entrevista concedida a Europa Press, González Duro ha manifestado que Polanco "no era sólo un magnate, sino que editó un periódico referente para la transición, e incluso para la gente de posición influyó una barbaridad y determinó todo el proceso democrático", donde, según precisa el escritor, "tomó partido en cosas importantes de la vida española y abrió las páginas a interactuar entre periodistas y lectores de izquierdas, así como ampliar la gama de lectores que en aquel momento eran todos franquistas".

No obstante, "aunque era dueño y señor del periódico, éste se fundó con la idea de que nadie tuviera más de dos o tres acciones, pero se las apañó para hacerse con más del 50 por ciento y ser el dueño absoluto; si bien se ayudó de Juan Luis Cebrián, periodista que había adquirido tanta influencia como él en el ámbito público", indica González Duro.

Tras el paso del tiempo, advierte de que "su legado tal como lo consiguió está en trances de la desaparición, porque el periódico tuvo un fracaso tremendo con la televisión por cable, que generó una deuda de millones de euros que minó la trayectoria de todo el grupo, y después de su muerte, los hijos no tenían la talla de él y se convertirá en un periódico como otro cualquiera".

Y es que, lamenta, "él no supo convertirlo en una gran empresa familiar y con los hijos aparecieron las tensiones internas". Aún así, el periodista recalca que "Polanco no tiene semejante hoy por hoy", si bien "el grupo que más se le aproxima en su gestión es Vocento", al tiempo que señala que ha sido "un periódico que empezó como liberal y antimarxista, pero que cada vez mira más hacia el centro y a la derecha en temas de latinoamérica", por tanto ahora es "ideológicamente ambiguo".

De este modo, Jesús Polanco no tenía otra ideología política que "la búsqueda de la ganancia económica y la consiguiente ambición de poder". Trataba de acumular dinero y hacerlo lo más rentable posible, lo que le llevaba a menudo al mundo de la política, "de la política que mejor pudiera convenirle, de la política con la que fuera fácil hacer negocios".

Por eso le gustaba relacionarse con los dirigentes "prematuramente desideologizados", como él mismo era. "Todos provenían del franquismo, le ayudaban y él les daba apoyo mediático". Así, poco a poco, se convirtió en "un hombre muy influyente, admirado y temido, que institucionalizó el periódico matriz, y se empeñó en ampliar y extender su imperio mediático, abandonando su supuesta pureza ideológica". Decían sus admiradores que de pequeño soñaba con ser "un hombre de éxito", tal es así que "con los años se empeñó en ser un magnate de la televisión, y en parte lo logró, aunque murió, por desgracia, en el empeño".

"un hombre gris,

Pero ambicioso"

En este sentido, González Duro publica una biografía transversal que desvela cómo y con qué amistades se levanta un imperio mediático, de manera que maneja tres planos en este libro: la biografía de "un hombre gris, pero ambicioso"; los avatares de un periódico, El País, constituido como "referencia dominante de la nueva situación política surgida del franquismo", y los mil episodios de la llamada transición democrática.

A juicio del autor, desde una perspectiva estrictamente biográfica la vida de Jesús Polanco Gutiérrez ofrece "escaso interés" al ser "una vida plana, gris y monocorde". Así, los que a su muerte debieron escribir los correspondientes panegíricos, tuvieron "muy difícil decir algo que no resultasen banalidades, anécdotas nada sugerentes o hechos irrelevantes". Y eran intelectuales de tanto prestigio como José Saramago, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, "que no encontraron casi nada en que basar sus obligados homenajes".

No en vano, "hizo bien su trabajo, el de un espabilado empresario que, con esfuerzo, trabajo, habilidad y sentido de la oportunidad, fue haciéndose un capital, para convertirlo luego en un gran capital". Para eso, "fue preciso que diera algún que otro pelotazo, como el que dio en 1970, cuando supo de los textos obligados por la reforma educativa efectuada por el tecnócrata opusdeísta Ricardo Díez Hochleitner, mucho antes que los editores de la competencia", subraya González Duro.

Así, "El País contó rápidamente con un público ansioso de leer un periódico libre e independiente, ávido de nuevas informaciones y de los cambios que imprevisiblemente estaban produciéndose, y sin embargo, no era un diario progresista ni de izquierdas: era partidario incuestionable de la monarquía reinstaurada, se oponía a la ruptura democrática y era claramente antimarxista, aunque hábilmente abría moderadamente sus páginas a los pocos pensadores avanzados que entonces existían", comenta el escritor, quien sentencia que "no era un periódico de izquierdas, como alguien quiso creerse", pues entre sus colaboradores fijos se hallaban Emilio Romero, Manuel Fraga, José María Areilza, Ricardo de la Cierva o José María Alfaro y "su mayor osadía era la columna diaria de Paco Umbral que contaba cómo todos los días salía a comprar el pan".

Sobre el país

El hecho fue que don Juan de Borbón, el conde de Barcelona, apoyó el proyecto e incluso intervino cerca de algún banco, como el de la familia Fierro, para que se concediera crédito a los fundadores de Prisa, cuando la ampliación de capital a 150.000.000 de pesetas pareció difícil de cubrir.

Pero no solo los monárquicos moderados avalaron la aparición de El País, pues algunos habían sido políticos relevantes en el régimen franquista, aunque creían que una "monarquía popular y representativa" sería la única salida para un régimen anquilosado. Tal era el caso de Fraga o el de Castiella, que "después de un largo pasado netamente franquista", en los últimos tiempos se habían convencido de que el franquismo debía evolucionar hacia una monarquía.

De cualquier manera, la gran mayoría de los accionistas de Prisa procedían del bando vencedor en la Guerra Civil, aunque hubiesen efectuado una cierta renovación ideológica de su pensamiento y se posicionaran ahora en una cierta oposición política dentro del régimen. Esta oposición, "propia de los más jóvenes", se desgarraba en grupúsculos autodenominados democratacristianos (Ruiz Jiménez, Gil Robles), socialdemócratas (Francisco Fernández Ordóñez, Rafael Arias Salgado) o liberales (Ignacio Camuñas, Enrique Larroque).

Nacido en La Guardia (Jaén), Enrique González Duro lleva más de 30 años de prestigiosa carrera profesional. Considerado uno de los psiquiatras más importantes de España, es colaborador habitual de diferentes medios de comunicación. Ha escrito libros, artículos y docenas de comunicaciones. Entre sus obras destacan 'Franco, una biografía psicológica', 'Historia de la locura en España', 'La locura y los derechos humanos', 'Biografía interior de Juan Ramón Jiménez', 'Demonios en el convento', 'La sombra del general. Qué queda del franquismo en España', 'Biografía del miedo' y 'Los psiquiatras de Franco'. En la actualidad ejerce su actividad en el hospital Gregorio Marañón de Madrid.

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