Castilla y León, aunque sea sólo como parte de un total, tiene sobrados títulos históricos, pues, por ejemplo, conquistó las tierras americanas donde todavía se habla el español, pero a muchos les acongojará la sospecha de que tan unánime pretensión se hace a rebufo del Estatuto.No tardarán las demás regiones españolas –todo el mundo tiene historia, como tiene padre y madre– en reclamar un título y asombraremos al mundo presentándonos como la nación (España por supuesto) constituida por docena y media de «nacionalidades históricas». Sólo nos faltaría convencer a la ONU de que diera a todas ellas derecho a voto como consiguió Stalin para Ucrania y Bielorrusia, en los gloriosos tiempos de la URSS.